lunes, 23 de septiembre de 2013

"Drácula vende su castillo" (2007)


 "Drácula vende su castillo"

Autor : E.V.Pita

Publicado el 21 de enero del 2007 en La Voz de Galicia, en el suplemento Los Domingos de La Voz

Cuesta 60 millones de euros, pero el condado de Brasov quiere recuperar mediante un «leasing» la fortaleza de los Cárpatos. El precio lo vale: miles de turistas acuden cada año allí atraídos por el mito de Drácula

EL ESCENARIO
Inspiró a  Bram Stoker
Pese a su ñoña apariencia, las torres del castillo de Bran bastaron para convencer al autor de «Drácula» de que era allí donde debía situar la morada del muerto viviente. La novela de terror de Bram Stoker, escrita en 1897, se convirtió en el tercer libro en inglés más leído tras la Biblia y las obras de Shakespeare.
No se limitaba a relatar desde un enfoque moderno una historia de vampiros, temidos ya por las legiones romanas. Lo inquietante del libro era que el príncipe de las Tinieblas viajaba a Londres y seducía a inocentes damiselas a las que, tras besarlas en el cuello, transformaba en lascivas vampiresas. 
Escandalizó a la alta sociedad del Imperio británico y dio la estocada final al puritanismo victoriano.

El atestado tren nocturno procedente de Budapest atraviesa las amarillentas llanuras de Transilvania. En los compartimentos separados viajan familias enteras, algunas compuestas por nómadas cíngaros, siempre de buen humor. Al pie de las vías, surgen oxidadas fábricas e industrias pesadas. Los campos de cereales rumanos parecen más descuidados que los húngaros. Al fondo, se divisa la silueta de los montes Cárpatos. La locomotora entra en el condado de Brasov. Son las seis de la mañana y la estación de Bran está repleta de viajeros. Una aldeana sube la escalinata de gris mármol de imitación con una vieja maleta a cuestas y acompañada de un anciano con un fardo de ropa.
En la explanada cercana, el humo de los motores de los autobuses se expande por la zona.
Hay que cruzar la calzada y un mercado callejero para alcanzar el primer barrio, con edificios de oficinas construidos con cutres bloques grises de cemento.
Desde el restaurante McDonald’s de la plaza principal se llega al casco viejo de Bran. El estilo de los edificios es alemán, pues la rica burguesía bohemia ocupó durante siglos la ribera de aquel valle. Al doblar la esquina del hotel de la alameda se halla el museo del conde Drácula. Sí, el vampiro imaginado por el escritor romántico Bram Stoker, quien se inspiró en el príncipe transilvano Vlad el Empalador, ha dejado su huella en estas tierras. Y las autoridades intentan sacar dinero a los turistas con esto. Incluso hay rutas organizadas. La morada del Príncipe de las Tinieblas se halla a unos diez kilómetros de Bran.
Para llegar allí se puede tomar un destartalado bus con agujeros en el suelo. El viaje dura media hora y, a medida que el bus avanza, la sombra de las nubes oscurece la estrecha carretera rodeada de pastos. El calor aprieta. A través de la ventanilla, se ven las oscuras siluetas de los abetos de las montañas de los Cárpatos.

En el corazón de Transilvania

La llegada al pueblo es sobrecogedora; los tejados y paredes de piedra negra de las casas rústicas hacen que uno se sienta inmerso en el corazón de Transilvania. A pocos kilómetros se extienden las tierras de Valaquia. Sobrevuelan la carretera unos grandes cuervos negros. Y allí está, sobre una colina rocosa se levanta un castillo de cuatro altas torres y tejados rojos puntiagudos. Tal y como aparece en las películas de Hollywood, aunque más pequeño.  El misterio queda roto por los puestos de venta de suvenires.
Atravesamos el lago, junto al cual está el Museo Etnográfico, que reconstruye un típico pueblo transilvano. Tras escalar las rocas, se entra en las puertas del castillo en el que se inspiró Bram Stoker, el autor de la novela Drácula.
Desde aquella atalaya, el cruel príncipe Vlad Tepes de Valaquia, conocido como Draculae (El Dragón), dominaba el valle y los pasos a los Cárpatos, entre Bucegi y la Piatra Craiului. La fortaleza fue construida por los caballeros de una orden militar que en el siglo XIII protegían las ruta de peregrinación a Jerusalén en plenas cruzadas.
Dos siglos después, el castillo gótico intentó frenar el avance de las hordas turcas que acababan de conquistar Constantinopla y que amenazaban las puertas de Viena.
Pero los guías rumanos no se atreven a afirmar con seguridad que el malvado Vlad residiese aquí. Lo único constatado es que dicho noble, un psicópata aficionado a ensartar en estacas a sus enemigos musulmanes, a los rebeldes y a su propio pueblo, pasó un par de días en las mazmorras de la villa de Bran, ocupada por los otomanos.
Ni siquiera la novelista moderna Elisabeth Kostova, autora de La historiadora, concede demasiado protagonismo a esta morada de Drácula. Su personaje femenino busca la tumba del vampiro en otras fortalezas: junto a un lago, en una aldea rumana y en una iglesia templaria francesa.
Al atravesar las puertas del castillo, le invade a uno una sensación de desasosiego. Pero, dentro de los muros, la angustia pronto desaparece.
¿Por qué ese cambio?
Uno tampoco es que espere hallar ataúdes o espejos antiquísimos en los pasillos. Lo que ocurre es que la decoración barroca de las alcobas y los aposentos tiene un cursi aire victoriano propio del siglo XIX. Ni rastro de mazmorras, aunque hay un pasadizo al que no todos los turistas acceden. 

Cambios de dueños

En 1920, la fortaleza fue donada por el ayuntamiento a la reina María de Rumanía, perteneciente a la familia real inglesa y rusa. Su alteza lo restauró para convertirlo en una bonita residencia de verano y le incorporó un ascensor. El castillo fue requisado por el régimen comunista y convertido en museo y atracción turística. Las autoridades proyectaron abrir un parque temático llamado Draculand. En el 2001, fue devuelta a sus legítimos propietarios: Dominic de Habsburgo y sus hermanas, herederos de la princesa rumana Iliana.
Actualmente, la fortaleza alberga un museo de arte medieval. El presidente del condado de Brasov, Aristotel Cancescu, hizo el pasado noviembre una oferta y esta misma semana el castillo dio los primeros pasos para cambiar de manos por el módico precio de 60 millones de euros. Es la cantidad que el gobierno regional de Brasov pidió en leasing a un banco austríaco para recuperar el principal símbolo de Transilvania y Valaquia.
El interior de la fortaleza guarda poco de sus batallas y mantiene un aire cursi del siglo XIX
Hace unos años las autoridades proyectaron un parque temático
llamado «Draculand»

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