India, Nepal y Singapur

Singapur: el tigre que ruge más fuerte (2004)

Publicado en la sección de Economía de La Voz de Galicia, el 19 de septiembre del 2004

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Reportaje | Singapur, una economía en plena ebullición


El tigre asiático que ruge más fuerte
Singapur, con un crecimiento anual de su PIB del 12,5% no tiene nada que envidiar a otras economías asiáticas como China, que ponen de rodillas a los productores europeos.

E. Vázquez Pita
redacción

Podría ser una escena de la película Lost in Traslation. Imagine que usted mira por la ventana del piso 30 de su hotel, desde la que se divisan las siluetas de múltiples rascacielos rodeados de nubes
que anuncian una tormenta tropical. Insomne a causa del jet-lag, usted baja hasta el bar, donde canta una mujer oriental y un grupo de japoneses sigue las letras de un karaoke. Se acerca a la barra y se suma a otros hombres de negocios que hacen el stopover (escala con hotel) en Singapur. Allí oye uno de los chistes que resume la esencia de esta ciudad: «¿Sabías a qué edad se jubilan las azafatas de Singapur Airlines? A los 22 años».

Por algo, esta compañía aérea tiene fama de poseer una de las flotas más renovadas del mundo. La república del león dispone de 3.200 vuelos semanales que enlazan con 150 ciudades de 49 países y es base de 400consignatarias marítimas.

Su economía crece a un ritmo anual del 12,5%. Nada que envidiar a otros tigres asiáticos como China y Corea del Sur que ponen de rodillas a los productores europeos. Los negocios van viento en popa en esta isla-Estado que multa con 250 euros a quien ose arrojar un chicle masticado en sus impolutas calles.

Abierto las 24 horas
En esta ciudad de vigas de acero y hormigón prefabricado trabajan cuatro millones y medio de habitantes en horario de abierto las 24 horas y que disfrutan de una renta de 26.500 dólares per cápita.

Singapur, menos moderna que Honk Kong, puede presumir de que su PIB crece como la espuma: del 8% en 1995 ha pasado a un 12% este año. Los contenedores se amontonan en su puerto, mientras los rascacielos crecen como setas en la orilla del río. Su economía es tan dinámica como la de China o Corea. Sus astilleros están especializados en reparar buques y sus fábricas de automóviles figuran entre las diez más productivas del mundo. Además, la ciudad refina petróleo, produce equipos electrónicos, de perforación de pozos petrolíferos y de caucho. También realiza actividades de comercio, servicios financieros y biotecnología.

Le ayudan sus lazos internacionales en un país asiático donde el idioma oficial es el de la antigua metrópoli británica, lo mismo que el tamil, el malayo y el chino. Enclavado entre Malasia e Indonesia, Singapur es una puerta hacia Asia, donde un occidental se siente cómodo como en una burbuja.

Por algo será que Inditex ha instalado su segunda tienda de Zara en Orchand Road. Esta kilométrica avenida está flanqueada por centros comerciales de cuatro plantas de altura y calles cubiertas de cristal que compiten en grandiosidad. Las jóvenes clientas suben de tres en tres por las escaleras de este comercio gallego, cuyos sofisticados escaparates comparten acera con las grandes casas de la moda de lujo.

Al caminar por Orchand Road, entre cientos de peatones cargados de bolsas, uno se siente atrapado por la fiesta del consumo. Es fácil caer en la tentación de regatear en las innumerables tiendas de
cámaras fotográficas, regentadas por hindúes o chinos, en donde se pueden conseguir reducciones del 40% respecto a los precios europeos. El dólar de Singapur equivale a medio euro.

Los pequeños comerciantes incluso aceptan el precio que el cliente marque. El iluso vuelve a recoger su producto unosdías despuéspero el dependiente le intenta colocar nuevos accesorios. Esto suele irritar a los turistas occidentales, que se sienten burlados. Algunos prefieren a los vendedores árabes porque cumplen su palabra trascerrar el regateo.

El día grande es el sábado por la noche, donde no hay baldosa libre ni en la calle ni en las discotecas de moda. Brillan los tubos de neón y los anuncios de los taxis amarillos. Los restaurantes de sushi japoneses están repletosde alegres comensales que pican con los palillos los rollitos de pescado crudo que circulan por una cinta transportadora.

Igual de atestados están los McDonald’s o los cafés Starkburcks.
Uno tiene la sensación de que el capitalismo y el comercio han roto fronteras y unido a una población compuesta de chinos, malayos, hindúes, indonesios y occidentales.

El comercio ha sido mantenido por las prósperas familias chinas que se establecieron a principios de siglo al amparo del Imperio de su majestad británica. Unos edificaron templos budistas y otros iglesias adventistas. Es la excepción a la teoría del choque de civilizaciones de Samuel Hunttington, que explica las guerras actuales, desde Bosnia a Irak, por el enfrentamiento entre culturas tan dispares como la musulmana o la cristiana.

Los habitantes de Singapur se sienten especialmente orgullosos de su fiesta nacional. En Melbourne, un joven ejecutivo que volvía a esta ciudad asiática preguntaba con interés: «¿Han estado el día que celebramos la independencia?». La descolonización produjo el milagro económico de esta república que mide 600 kilómetros cuadrados.

Ni rastro de chabolas
Los malayos emigraron como mano de obra y los trabajadores fueron asentados en barrios con viviendas dignas. No se aprecia el chabolismo de otras grandes ciudades. Unos siguen conduciendo
las bicicletas de los turistas mientras otros prosperaron y dirigen emporios desde sus elevados despachos del puerto malayo.

Sólo en Little India y Chinatown se puede apreciar un resquicio de la vieja Asia: vendedoras de pescado seco o viejos jugando a las damas. Uno tiene la sensación de que en este diminuto país hay sitio para todo el que quiera ganar dinero. Las mujeres hindúes, vestidas con sus tradicionales sharis, salen y entran de las joyerías y las boutiques de moda, y los turistas europeos toman un daikiri en el mítico hotel colonial Raffest.

Pero esta república tiene sus reglas: el billete de avión advierte que traficar con drogas está penado con la ejecución inmediata.

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India, ¿nuevo gigante económico?


(La Voz de Galicia, E.V.Pita, 5 noviembre 2006)
Publicado en

http://www.lavozdegalicia.es/hemeroteca/2004/09/18/3035444.shtml

el 5 de noviembre del 2006, sección Economía

Crónica | Examen al futuro tigre asiático

India, ¿nuevo gigante económico?

La patria de Gandhi crece a un ritmo del 8% anual y los expertos vaticinan que será una superpotencia en pocas décadas. Pero la mayoría del país vive en la miseria.

E. Vázquez Pita
(Nueva Delhi)

Una turista entra un poco asustada en la lúgubre consulta de una astróloga del pueblo de Malawa, en las afueras de Nueva Delhi. La cliente se sorprende al oír la inconfundible musiquilla que abre el sistema operativo Windows.

La vidente examina la pantalla y teclea la fecha, hora y lugar de nacimiento de la mujer que desea conocer su futuro. Un sofisticado programa matemático calcula las posiciones de los planetas y
elabora en unos minutos la carta astral completa, que sale por la impresora.

Éste podría ser un símbolo de los grandes cambios económicos que acontecen en la India, el futuro tigre asiático, cuyo producto interior bruto crece a un ritmo del 8% anual desde hace tres años. Y eso a pesar de su pésimas infraestructuras viales.

Quizás el lugar donde mejor se aprecien estos avances es Bangalore, la ciudad preferida de los hindúes para vivir y la segunda para ganar dinero (después de Bombay). No es extraño. Bangalore es la meca de los más brillantes informáticos de la India, que trabajan
en pulcros campus que poco tienen que envidiar a Silicon Valley.

Por este motivo, las empresas de telefonía de Estados Unidos acuden aquí a subcontratar empleados para atender los servicios 902 al cliente. La gran ventaja es que los teleoperadores hindúes
hablan inglés, tienen una gran formación académica y cobran diez veces menos que un norteamericano.

El salario medio mensual en la India es de 15.000 rupias (270 euros), cantidad con la que «se puede vivir dignamente». Lo normal es cobrar tres veces menos.

La alianza con Estados Unidos parece casi natural. Por todo el país proliferan las academias y colegios privados que ofrecen másteres para preparar el examen de ingreso en las universidades del socio americano. Cada año, salen de las 292 universidades dos millones de licenciados, de los que 150.000 son ingenieros. Una de sus especialidades es el software, que exportan incluso a China. El negocio ya alcanza los 50.000 millones de dólares anuales. Las divisas son el triple.

La bonanza se percibe desde el 2003. El país tiene 1.100 millones de habitantes y, según las estimaciones, existen 98 millones de personas que ingresan entre 200.000 y un millón de rupias anuales (de 4.000 a 20.000 euros). Es decir, la clase media es superior a toda la población de Alemania. Otros ya hablan de 40 millones de personas que mejoran cada año su nivel de vida, tantos como españoles. Y el club de millonarios equivale a Suiza o Portugal.

Este poder adquisitivo hace que el mercado hindú sea suculento para las firmas de consumo, si se tiene en cuenta que cuatro de cada diez habitantes del planeta viven en China e India.

Anuncios
Las televisiones por cable muestran anuncios de champús, golosinas de chocolate o los últimos éxitos de rock y discotecas. Incluso las teleseries muestran una imagen de clase media, con familias adorablesque visten a la moda y residen en chalés adosados con una cuidada decoración más propia de un edulcorado filme de Bollywood. Si un visitante no saliese del hotel e hiciese zapping en el centenar de canales por satélite, pensaría que la patria de Gandhi es el colmo del glamur.

Sólo a veces se deslizan algunas imágenes salidas del guión como una concursante de la tele que hacía equilibrios con varias jarras sobre su cabeza mientras caminaba sobre cristales con sus pies desnudos. ¿Una aprendiz de faquir?

En la capital, Nueva Delhi, los modernos rascacielos acristalados crecen a las afueras como setas. La autopista sigue en obras de ampliación, y la primera línea de metro ya está operativa. Marcas como Adidas o Rolex copan los escaparates de las tiendas exclusivas de la plaza Cognaught. En el suburbio de Gurgaon crecen las fábricas de electrónica y automóviles.

Y en las avenidas de Jaipur, las mujeres circulan en potentes motos de marca japonesa sin mancharse su colorido sari.

Habría que desplazarse al rural para percibir el grado de penetración de Internet. En un remoto pueblo de Malawa, un pequeño colmado anuncia en la pared: Cibercafé. En la mesa, dos viejos monitores listos para navegar o hablar vía telefónica por el Skipe.

Los expertos vaticinan que India será el tercer gigante económico, tras China y Estados Unidos, pero ¿qué pasa con los otros mil millones de habitantes restantes que no usan la tarjeta de crédito?

El 65% de los hindúes vive de la agricultura, la mayoría tiene menos de 24 años, cuatro de cada diez no sabe leer y ganan entre 750 y 2.500 dólares al año.

No hay más que darse un paseo por las chabolas de lonas de plástico que proliferana escasos metros de los nuevos rascacielos de
Nueva Delhi. A su lado, en los vertederos, juegan los niños y pacen los puercos salvajes.

India logró fabricar la bomba atómica en 1997 pero, paradójicamente,
los apagones de luz son el símbolo de las dificultades estructurales del país. Se necesitaría una fuerte inversión para convencer al empresario extranjero quese ha quedado atrapado en el ascensor del hotel de Delhi por un apagón.

La red de ferrocarril es la más extensa del mundo pero no ha sido renovada. Los cambios de vía aún se hacen por el sistema manual. Las estaciones, como la Central de Agra, disponen de modernos marcadores digitales pero los niños abandonados cruzan las vías, y los perros callejeros se pelean en los andenes. La cruda realidad desluce la postal de los parques del Taj Mahal.

Quizás el talón de Aquiles sean las pésimas comunicaciones por carretera. Para cubrir 100 kilómetros se necesitan dos o tres horas, tantas como para salir de un atasco en Nueva Delhi, siempre que no cruce una vaca la mediana.

Otro obstáculo a la libre movilidad son las pésimas vías comarcales que unen grandes capitales del interior. Sólo tienen dos carriles pero cobran un peaje de 120 rupias (2 euros).

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India: la cara fea de Bollywood  (2009)

Publicado en páginas 6 y 7 de Los Domingos de La Voz de Galicia, el 1 de marzo del 2009

REPORTAJE | LOS ESCENARIOS DE «SLUMDOG MILLIONAIRE»

La cara fea del glamur de Bollywood

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El mayor suburbio de Asia nada tiene que ver con los tonos pastel
de las superproducciones indias

E. VÁZQUEZ PITA | TEXTO

Si el cine es soñar, la India es el mejor ejemplo. La ganadora de ocho estatuillas de los Oscar de este año, Slumdog Millionaire, tuvo que ser escrita y dirigida por extranjeros porque unos productores de Bollywood, la meca de la industria cinematográfica de Bombay, jamás aceptarían filmarla.

¿Cuál es la razón? Pues que el aplaudido filme británico no cumplía las cuatro reglas de oro de la industria cinematográfica india: tonos pastel, feliz historia de amor y música alegre. El lector observará que falta la cuarta regla. No es ningún despiste, consiste en la ley invisible de silenciar la miseria. No puede salir nada que afee la gran pantalla.

Sin embargo, Slumdog Millionaire, se saltó las reglas no escritas y recrea la miserable vida de los niños del barrio de Dharavi, el mayor suburbio de Asia.

El extranjero que pasa unos días en la India no puede ignorar la pobreza extrema en que malviven millones de habitantes porque asoma delante de sus narices. El turista pasea por calles sucias y
llenas de basura, donde los monos y las vacas pastan libremente, se topa con familias enteras que acampan en las medianas de las autopistas o flacos hombres que tiran de los rickshaws o carromatos.

La pobreza está siempre presente en la vida cotidiana, es difícil acostumbrarse. Aunque los nuevos rascacielos y áreas de negocios en Nueva Delhi o en Bombay crecen como setas, a escasos metros son visibles los niños desarrapados que juegan sobre los tejados de las chabolas.

Sin embargo, como por arte de magia, todas esas imágenes son borradas de las películas, que se convierten en asépticos escenarios de cartón piedra. Sus protagonistas viven en un irreal mundo multicolor de clase media americana en plan anuncio publicitario. El forastero acaba por entender que Bollywood tiene éxito porque el público paga por unas horas de sueños y fantasías, que le
permiten escapar precisamente de la miseria real del día a día.

La película «Slumdog Millionaire» se rodó en Bombay. Este antiguo puerto portugués y luego colonia británica en el Índico es la capital financiera de la India y corazón de Metro Cinema Bombay, capital de la industria cinematográfica. La ciudad genera por sí sola el 38% del producto interior bruto del país. Tiene casi doce millones de habitantes, con una densidad de 27.000 personas por kilómetro cuadrado.

Dharavi, el barrio marginal de Bombay tiene 400.000 habitantes por kilómetro cuadrado, hacinados en chabolas y chamizos. Un millón de almas comparten tres kilómetros cuadrados de terrenos inundables.

CIUDAD DE PARIAS
La vida en Dharavi

El sistema segregador de castas está prohibido en la India, pero la mayoría de los barrenderos son de la casta inferior o intocable, los únicos autorizados por la religión a tener contacto con la basura. El auge económico de Bombay atrae a estos parias que finalmente acaban recluidos en Dharavi, atrapados nuevamente en la miseria de la que solo un héroe, como el protagonista de «Slumdog Millionaire», ha logrado salir. Este hogar de miles de familias solo tiene agua potable dos horas al día y está rodeado de canales de aguas fecales. Un proyecto urbanístico pretende demoler toda la llanura para construir nuevas oficinas de la «City».

BULLICIOSAS CALLEJUELAS.

Todas las capitales de la India tienen sus suburbios pobres. En las afueras de Jaipur, los monos y los cerdos salvajes se disputan la comida de los basureros con los niños. En los barrios apartados de Nueva Delhi, los carniceros muestran sus productos al aire y rodeados de moscas. En Agra, a pocos metros del mausoleo del Taj Mahal, los inmigrantes llegados a la ciudad duermen en las aceras, protegidos por una lona tendida sobre dos palos.

En el distrito de Dharavi (Bombay), en la foto, la miseria es tal que sus habitantes no hacen los pagos con monedas sino con trocitos de plásticos de colores. Los negocios, como en toda la India, son pequeños cubículos donde los barberos cortan el pelo a la vista o los artesanos muestran sus mercancías rodeados de dos vías férreas.

EN DIRECTO | LA SALA MÁS FAMOSA DE LA INDIA

SESIÓN DOBLE EN EL CINE RAJ MANDIR

El Raj Mandir es el cine más famoso y de mayor glamur de la India. Está en Jaipur, la capital de color rosa de los marajás del Rajastán. Su gran anfiteatro de butacas, de paredes color pastel y techos con lámparas de cristal, acoge al público de todas las castas deseoso de ver los últimos estrenos de Bollywood.

El moderno recinto atrae a vistosas damas con sus coloridos saris y a nuevos ricos que aparcan sucoche de alta gama a las puertasde la meca del cine. Pero también es un gancho para los turistas que llegan al lugar en un motorickshaw de alquiler. A pocos metros, hay un atestado restaurante de comida rápida McDonald’s. Su menú, lógicamente, es vegetariano, pues en la India las vacas son sagradas y no se puede hacer hamburguesas con ellas.

Pero la entrada al Raj Mandir requiere paciencia, pues primero hay que sortear las colas de las taquillas, que se dividen en billetes separados por sexos. Por ello, los varones aguardan su turno en una cola y las mujeres en otra. Los extranjeros que tengan prisa pueden presentarse en una taquilla exprés, situada en una discreta esquina, que vende billetes al doble o triple de precio y donde, evidentemente, no hay cola.

COLAS EN LA TAQUILLA.
El cine Raj Mandir, situado en un lateral de la calle Bhawandas Road de Jaipur, es la sala más famosa de la India. El público masculino aguarda pacientemente su turno en la cola de la taquilla para ver el último éxito de Bollywood. La sala de proyección fue inaugurada en 1976 y destaca por su estilo de arte modernista. Tiene capacidad para 1.273 espectadores.

El portero, vestido de uniforme de gala, hace pasar al público dentro del magnífico vestíbulo, de estilo victoriano, con vistosos espejos, colores pastel y escaleras por las que podrían desfilar grandes estrellas del celuloide. El auditorio parece tan extenso como un campo de fútbol, con mas de un millar de butacas, y las paredes y balcones decorados en tonos pastel.

Bienvenidos a Bollywood.
Empieza la sesión, con un espectacular baile en una zona turística de Nueva Delhi. Los personajes hablan en indi, uno de los idiomas oficiales del país, y hay que imaginarse los diálogos. En mitad de la película, entra una espectadora con su hijo envuelto en la espalda, en su sari y al que consuela. Al poco, suena un móvil y alguien del público se pone a hablar.

Por suerte, el cine es un lenguaje universal y la historia es fácil de seguir sin comprender los diálogos. El chico enamora a su novia tras una edulcorante escena que cumple otra regla no escrita de Bollywood: nada de sexo ni desnudos.Se trata de cine familiar para todos los públicos. Al final de la primera parte, que duró dos horas, el público descubre que el amante de la protagonista, con la que ha tenido un hijo, es un sanguinario terrorista.

Tras el descanso, arranca la segunda parte. Ahora cambia de género: drama, tiros, acción y persecuciones estilo Hollywood. Al salir, busco una tienda para comprar el cedé con la pegadiza banda sonora de la película.

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Nepal, paz en el Everest (2006)

19 DE NOVIEMBRE DEL 2006 | LOS DOMINGOS DE LA VOZ | 15

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La paz vuelve al pie del Everest

Nepal pondrá fin a la guerra civil de diez años que enfrentó a la monarquía y a los guerrilleros de ideología comunista

E. VÁZQUEZ PITA | TEXTO Y FOTOS


Dice un chiste nepalí que en ese país hay cuatro formas de casarse: una mujer con dos o más hombres, un hombre con varias mujeres, un matrimonio por conveniencia y la elección de pareja por amor. «Esta última es la más rara», bromea un nativo criado en el campo.

Dicen que el amor fue lo que empujó al príncipe heredero Dipendra a masacrar con una ametralladora a toda la familia real en junio del 2001, disparó a la familia real porque se opuso a su boda. Estaba furioso porque sus padres, instauradores de un régimen parlamentario, habían desaprobado su elección de esposa. El asesino murió en el hospital tras ser coronado rey y el trono pasó a su tío Gyanendra, el único superviviente de la dinastía.

La tragedia perdura en la mente colectiva de los nepalíes, impacientes por contar esta historia a los recién llegados. Pero la paz vuelve a Nepal, un país situado a los pies del Himalaya y tan grande como Portugal pero con el cuádruple de población.

Desde el inicio del verano, los habitantes de Katmandú, la capital, respiran un inusitado optimismo. Es cuestión de días que un pacto cierre las heridas de una guerra civil que enfrentó durante diez años a la monarquía y a los guerrilleros maoístas de ideología comunista.

La calma sólo se vio interrumpida en agosto por una huelga general del transporte que provocó una imagen inaudita en Asia: no circulaba un sólo cocheni motocarro por la calle. Un silencio sepulcral que agradecen los forasteros recién llegados del bullicioso y caótico país de la India.

Durante días, Katmandú estuvo cortado por barricadas levantadas por ciudadanos airados que protestaban por la subida de la gasolina hasta casi 80 céntimos de euro, un lujo en un país que está a la cola por renta per cápita. Los motoristas y conductores hacían largas esperas a la entrada de los surtidores públicos. «Las gasolineras privadas han cerrado porque almacenan el combustible a la espera de que la tarifa suba», comenta un curioso que observa las colas y una fila de militares que ronda a pie por la carretera.

Katmandú fue la gran ciudad desde la que el explorador Edmund Hillary partió en su hazaña de escalar el monte Everest. Desde la avioneta que sobrevuela las cumbres nevadas y rodeadas de nubes, uno no puede más que sobrecogerse ante la grandeza de la cordillera del Himalaya, el techo del mundo que tocó la porriñesa Chus Lago.

El Everest (los nepalíes lo llaman Sagarmatha) es visible, cuando no hace niebla, desde un pequeño mirador situado a 30 kilómetros de Katmandú. Al caminar por las aldeas cercanas se puede sentir un remanso de paz, lo que no oculta la dureza de la montaña. Sus pobladores viven en la calle. Se pueden ver ancianos agricultores que cargan fardos de arroz o cuidan los rebaños, amas de casa semidesnudas que se asean en la acera porque carecen de agua o campesinas sentadas en la calzada mientras mallan la pimienta o secan las hojas.

Sólo los niños parecen ajenos a esa crudeza y elevan distraídos sus cometas de colores sobre los tejados de ciudades milenarias. Y es que las escuelas no están para lujos: los maestros,algunos veinteañeros, tienen que mendigar a los extranjeros lápices y libretas para sus alumnos. Otros son huérfanos y frecuentan los templos hindúes, algunos tan curiosos que tienen como dioses a las ratas, a las que sus cuidadores dejan corretear en el altar.

Tres adolescentes pasan el tiempo en las aldeas con sus bicis y comentan sus ansias de ir a la ciudad a trabajar. No saben dónde está España, pero hablan maravillas del Real Madrid. Otros aprenden idiomas con los turistas que hacen senderismo por los campos de arroz, que llenan el paisaje de un verde luminoso jamás visto en Galicia. Y algún joven monje budista juega al ajedrez en la acera con sus amigos mientras los viejos beben té en una tasca cercana.

Estas montañas han curtido a los 30 millones habitantes de este país, la mitad analfabetos y la otra mitad menores de edad. Un ejemplo de la dureza de carácter son los serpas. Es fácil toparse con ellos por las concurridas calles de Katmandú. Éstos, delgados y de baja estatura, caminan impertérritos con sus hombros cargados con dos sofás, sólo sujetos con una cinta a la frente. Estos porteadores tienen una habilidad especial para doblar su espalda. Fue uno de ellos, Norgay, quien compartió la gloria de alcanzar la cumbre del Everest.

Katmandú no sólo atrae a montañeros que consiguen zamarras de goretex a 50 euros. En los años sesenta fue la meca de los hippies que llegaron para practicar el budismo. Hay un barrio que se llama
El Pequeño Tíbet. Se trata de un complejo de templos a donde se han exiliado muchos monjes que huyeron del país vecino invadido hace décadas por China. El retrato del Dalái Lama preside, a los pies de Buda, los edifi cios en forma de campana y dominados por dos grandes ojos azules pintados en su frontal.

Pero quizás sea más impresionante el palacio de madera de la diosa viviente Kumari, en el centro de la ciudad. Una niña, a la que unos religiosos han reconocido como diosa, vive recluida allí y sólo se asoma por el balcón al oír el bullicio de los visitantes.
Cuando la saludan, ésta se ofende y se retira a sus aposentos. Llegará un día en que la niña tenga su primera menstruación y será destronada. Algunos creen que es una forma de robar la infancia a
una menor. La última diosa siguió sus estudios en Nueva York.


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Publicado en  La Voz de Galicia

Suplemento Fugas

Viernes, 8 de noviembre del 2013

Por: E.V.Pita

APUNTES DE VIAJE [ NEPAL ]

Vuelo sobre el Everest (2007)


E. V. PITA | [..] En un viaje a Nepal de hace unos años,tras salir de las calles llenas de miseria de la India, la pobreza seguía presente en las cordilleras nepalís. En su capital, Katmandú, una mujer pedía a los transeúntes dinero para comprarle leche a sus hijos. Una turista no le dio dinero, pero fue a la tienda que había a escasos metros y le compró un litro. Dijo que jamás su conciencia permitiría que un niño se quedase sin leche, fuese verdad o no la historia de la mujer.
Pero en Nepal la pobreza está presente en todos lados y es una forma de vida ante las escaseces de este país aislado entre las cumbres más altas del mundo. Por ejemplo, sherpas con la espalda doblada cargaban hasta dos sofás a sus hombros. La capital estaba repleta de estos formidables porteadores que cargaban pesos increíbles. Por algo, los sherpas fueron los primeros en escalar junto a Edmund Hillary el monte Everest. Para quienes no somos escaladores del nivel de Chus Lago, la mejor forma de rozar la cumbre del Himalaya es pagar 125 dólares. Basta con subir a una avioneta,de esas que pondrían los pelos de punta al mismísimo Indiana Jones.
El vuelo parte de Katmandú y en una hora se avista la cima del Everest, que asoma por encima de nubes tan negras que a uno se le quitan las ganas de intentar escalarlo. Para obtener la mejor foto, el piloto deja que los viajeros entren en su cabina.

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