viernes, 28 de diciembre de 2012

"Mayas: lo que Mel Gibson no cuenta" (2007)

Publicado el 21/01/2007
La Voz de Galicia
texto E. VÁZQUEZ PITA

Mayas: lo que Mel Gibson no cuenta


La película «Apocalypto» relata el brusco colapso de las ciudades precolombinas. Hay una larga lista de pueblos desaparecidos: los vikingos que navegaron por América, los granjeros de Groenlandia o los constructores de rostros de piedra de la isla de Pascua


E l autor Jared Diamond, en su libro Colapso , estudia la brusca decadencia de las monumentales ciudades mayas, construidas por vanidosos ingenieros y ahora cubiertas de maleza en la selva de Guatemala y México. Un misterio que no deja de intrigar a los arqueólogos. Esta cultura precolombina sobrevivió hasta nuestros días transmitida de boca en boca por los lugareños de Centro América, pese a que se perdieron muchos conocimientos matemáticos y los conquistadores españoles se encargaron de quemar los documentos escritos que podían aportar pistas. ¿A qué viene tanto interés por las ruinas mayas? El escritor se pregunta si, algún día lejano, los imponentes rascacielos de Nueva York seguirán la misma suerte. Nadie toma en serio esta apocalíptica visión del colapso de la civilización industrial, pero los científicos creen que, por si acaso, no estaría de más descubrir los fatales errores que arruinaron sociedades avanzadas y prósperas como los griegos de Miocenas, los cretenses, o los pueblos del Gran Zimbabue o del valle del Indo. Muchas de las sociedades estudiadas por Diamond murieron de éxito cuando estaban en la cumbre de su poder. El diagnóstico: perpetraron un ecocidio. El ejemplo más palpable es la isla de Pascua. Sus habitantes levantaron magnificas cabezas de piedra, pero para ello cometieron un grave error estratégico: talaron sus bosques. El hambre les obligó a huir de la isla pero... ya no quedaba madera para construir canoas. Las guerras entre ellos no dejaron supervivientes. Algo parecido pasó con las tribus anasazi del suroeste de Estados Unidos, desaparecidas tras desforestar su particular jardín del edén. En Australia se extinguieron varias especies hace 50.000 años, justo cuando llegó el ser humano. Lo mismo ocurrió en Nueva Zelanda, tras arribar los maoríes.

Aprender la lección de la Historia serviría para evitar otro colapso. Un ejemplo son los agricultores de Islandia, quienes se dieron cuenta a tiempo de la tala excesiva de sus bosques; de ser los europeos más pobres pasaron a gozar de la mayor renta per cápita del mundo. Otro enigma es la caída del Imperio romano: ¿fueron las hordas de invasores bárbaros o la crisis económica? La decadencia del Imperio español también intriga a los historiadores. Las últimas teorías sostienen que construir colonias en el Nuevo Mundo y defenderlas tres siglos agotó todo el oro de los galeones y supuso un gran sacrificio económico y demográfico para un reino pobre como Castilla, incapaz de competir con el textil más barato de Inglaterra y Holanda. Al Imperio británico también le llegó su hora.

El historiador Eric Hobsbawn cree que Gran Bretaña no aprovechó su ventaja tecnológica (el ferrocarril) y quedó obsoleta ante la inventiva de Estados Unidos. ¿O qué decir de la inesperada disolución de la Unión Soviética? Ejemplos de colapsos modernos son Somalia o Ruanda. Algunos se preguntan si China o la India desbancarán económicamente a Europa y Norteamérica, que deslocalizaron sus fábricas. Diamond ve un nexo común entre la civilización maya y otros pueblos en ruinas: su crecimiento exponencial agotó los recursos, desforestaron su hábitat, arruinaron el suelo fértil, se quedaron sin agua, sobreexplotaron la caza y la pesca, introdujeron especies nuevas y, gracias a ello, el crecimiento demográfico se disparó. La peste o la guerra provocaron un shock y los supervivientes mayas fueron incapaces de volver a poner en marcha los canales de riego.

El antropólogo Marvin Harris, en su libro Caníbales y reyes , fue de los primeros que sospecharon que la disminución del volumen de agua de los manantiales volvió inhabitable Teotihuacán en el año 700. Tampoco había animales domésticos para alimentar a los agricultores. La urbe fue absorbida por sus vecinos, que idearon los jardines flotantes de lodo, más productivos. En el año 1200, vivían a orillas del lago de Tenochtitlán dos millones de aztecas. La nobleza se permitía el lujo de comer carne... aunque era la de sus prisioneros. Otras causas de la desaparición de civilizaciones son el cambio climático, la presencia de vecinos hostiles o la dependencia de un producto como el petróleo.

sábado, 1 de diciembre de 2012

"El Caballo de Troya no existió" (2004)

Publicado en La Voz de Galicia, 14 de mayo del 2004


El caballo de Troya no existió


Fugas realiza un recorrido a través de los datos que los historiadores tienen de la mítica ciudad

E. VÁZQUEZ PITA

La película de estreno Troya se recrea en el asalto a la ciudad con una trampa de madera inspirada a Ulises por Palas Atenea. En realidad, la Ilíada no menciona el caballo de Troya. El texto atribuido al poeta Homero, si es que éste existió, ni siquiera llega a narrar la toma de la ciudad, ya que concluye con los funerales de Héctor. El mismo fi lme describe a Aquiles como «una máquina de matar» mientras que el personaje interpretado por Brat Pitt acaba como un guerrero enamorado y razonable. Estas son dos de las muchas licencias de la película, según indicó el profesor de Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid, Fernando Quesada, quien tuvo acceso a un visionado previo. «Este filme es un combinado de varios poemas épicos griegos y de la Eneida de Virgilio, que abarcan mucho más que la Iliada propiamente dicha», afirma Quesada.

¿Equino o máquina?
El catedrático de Griego de la Universidad de Santiago, Juan José Moralejo, confirma que dicho texto se limita a narrar 51 días en el décimo año de la guerra de Troya, la cólera de Aquiles y la lucha con Héctor. De la destrucción de la ciudad, nada de nada. El equino de madera, gracias al cual se infi ltraron los guerreros micénicos en la ciudad, sí fi gura descrito en el libro VIII de la Odisea, cuando Ulises llega a la corte del rey de los serafios y rememora la caída de la ciudad. «No quisiera fastidiar a Homero pero el caballo de Troya parece ser un mero recuerdo de una máquina de guerra que se utilizó en una ciudad asediada», dice Moralejo.
Para el profesor gallego, el caballo abandonado en la playa como un regalo a los troyanos no tiene sentido. «En cambio, parece creíble que fuese una ofrenda a Poseidón, el dios del mar, que tiene una presencia muy activa en tierra y, además, el caballo es su animal emblemático», dice. «Esta película abunda en anacronismos e incoherencias pero se lo perdono porque ya aparecen en Homero,quien refundió una tradición plural y colectiva», dice el profesor de la Universidad de Compostela. Y es que la Ilíada y la Odisea son el producto de una tradición oral que se transmitió de generación en generación durante 500 años,hasta que Homero la puso por escrito sobre el año 750 a. C.
¿Guerra mítica o real?
El arqueólogo afi cionado Schliemann descubrió en 1870 las ruinas de Troya, también llamada Ilión, en la colina de la ladera septentrional de la colina de Hisarlik, tal y donde la situó Homero. Estaba en una llanura del río Escamandro al otro lado del Helesponto, ahora denominada península de Gallipolli,en la actual Turquía. Estaría mucho más cerca del mar que en la actualidad.
Ciento treinta años después,la Troya turca es la meca de la arqueología: allí pululan desde equipos de investigación a estudiantes que viajan en plan mochilero hasta allí en tren con Interrail. Los investigadores han localizado nueve aldeas superpuestas, no más grandes que dos campos de fútbol. Nada que ver con las imponentes murallas descritas en los textos homéricos.
La novena villa sería la más reciente, de época romana,mientras que la sexta (Troya VI) y séptima (Troya VIIa) corresponderían al año 1.200 a. C., fecha en que se data la guerra entre la federación micénica y los troyanos. Los investigadores que actualmente excavan en la ciudad, dirigidos por el alemán Manfred Korfmann, sostienen que los restos hallados corresponden a una acrópolis y que la ciudad baja propiamente dicha, abarcaría una superfi cie mucho mayor, superior a las veinte hectáreas, «La película recoge esto bien», afi rma Quesada.
Para el profesor de la Autónoma, la Troya más espectacular es la VI, quizá mejor que la VIIa. Ambas sufrieron una destrucción por incendio, ya sea por terremoto o por la acción humana. «Es una realidad histórica que coincide con los poemas homéricos, pues estas ruinas fueron tomadas e incendiadas.
En la Ilíada o la Odisea hay un fondo histórico, pero siempre desfigurado porque es poesía», dice Moralejo.
¿Existió Agamenón?
Schliemann descubrió en Micenas un cementerio con 16 máscaras de oro que atribuyó al rey Agamenón. Pero los estudios modernos datan las tumbas en el año 1.600 a. C., cuatro siglos antes de la guerra. «Los esqueletos no tienen nada que ver con Agamenón», dice Quesada.
Tampoco hay referencias documentales a ninguno de los héroes homéricos. La descripción en la Ilíada de las armas, pese a corresponder a distintos siglos, da credibilidad a la historia.
Coexisten objetos arcaicos y más modernos porque los poetas cantaban la Ilíada en versos a los nobles, quienes querían identifi carse con los héroes, por lo que los literatos desecharon armas arcaicas que su audiencia no entendía.
Quesada cree posible que la guerra tuviese su origen en una disputa por una mujer. «Para los micénicos cualquier afrenta al honor desataba respuestas violentísimas». Pero también es cierto que Troya era un puerto estratégico, llave del paso entre Europa y Asia.

"Arqueología: Arde Persépolis" (2005)

Publicado en La Voz de Galicia el 7 de enero del 2005


FUGAS, VIAJA A LAS RUíNAS DEL IMPERIO DE ALEJANDRO


Arde Persépolis


Alejandro Magno, durante una borrachera, prendió fuego al palacio de Darío. Sus ruinas se pueden visitar en Irán, a dos horas de Shiraz

E. VÁZQUEZ PITA

 La villa de verano de Persépolis era la sede del Imperio Persa —el mayor enemigo de Grecia — y capital del mundo en el siglo IV antes de Cristo. Una gloria que apenas perduró dos siglos. Los reyes aqueménidas, como Darío I o Jerjes, recibían en el lujosa palacio, protegidos con parasoles, a las embajadas de todos los pueblos conocidos. En los relieves de las paredes aparece representada una comitiva china que cargaba presentes en sus balanzas, súbditos egipcios que portaban sacos de grano, africanos con ganado, judíos, medas, griegos o hindús. Algún guía local menciona incluso a los celtas.

A este edifi cio imperial, situado en la desértica y soleada meseta de Marv Dasht, en medio de Irán, llegó en el año 331 AC el ejército de Alejandro Magno, que perseguía al rey Darío III.

Cuenta Mary Renault que el joven macedonio permitió que, durante un único día, sus tropas saqueasen el palacio, a condición de respetar las joyas que luciesen las mujeres de los vencidos.

Los soldados, ávidos de botín, perpetraron una carnicería, que su líder no pudo impedir. Sólo hubo un gesto de clemencia hacia el tesorero, que fue elevado al rango de gobernador por haber preservado intacto en sus cámaras el tesoro de palacio. Fueron días de gloria y festejos en los altos salones del edifi cio real. Hasta que el discípulo del filósofo Aristóteles cometió el mayor error de su meteórica carrera.

Alejandro Magno se había forjado una cuidada imagen de conquistador benévolo, algo atípico en las batallas de la época. Sus actos de generosidad y piedad le hicieron ganar una excelente publicidad, incluso entre sus enemigos.

Pero, como lamentaba el general Tolomeo en su vejez, toda la buena fama del joven macedonio se echó a perder en un solo día. Los historiadores antiguos culpan a Tais, la amante del brazo derecho de Alejandro. Ésta, en una de las fi estas regadas con alcohol, izó una antorcha y animó a los griegos a vengar el ataque persa a Atenas años atrás.

Alejandro, cuando estuvo más sobrio, se arrepintió de participar en la orgía de destrucción pero ya era tarde. Las tropas interpretaron el incendio como la señal de regresar a sus casas cargados con el botín. Pero Alejandro era ambicioso. Las falanges macedonias desfi laron hacia la India. Atrás quedó el derruido palacio, orgullo de Ciro el Grande, con sus tesoros cubiertos de brasas y barridos por la arena.

Dos mil años después, Persépolis vuelve a ser la estrella de Irán. Jóvenes emigrantes en Alemania, escolares o turistas occidentales recorren las salas de grandes columnatas. El fuego quemó la madera pero la capa de ceniza protegió las ruinas de la erosión. Sus bloques de piedra conservan marcas negras del incendio. Desde la urbe moderna de Shiraz parten autobuses turísticos con guías que recorren en dos horas el trayecto hasta Persépolis.
La ruta atraviesa una refi nería y pueblos castigados por el sol. Cerca del palacio y de las tumbas reales se ven prados con ovejas y un bosque.
Los visitantes siguen el recorrido de las embajadas antiguas. Suben la doble escalinata de la muralla, cuyos posamanos piramidales simbolizan los cuatro elementos: tierra, aire, fuego y agua. Luego, aguardan en una antesala,llamada el Pabellón de las Naciones, sostenida por cuatro colosales rostros humanos con barba, alas de águila y cuerpo de león, que simbolizaban las cualidades del buen gobernante:sabiduría, agilidad y valor. Pasado un tiempo, los embajadores eran conducidos al salón de Jerjes. El diámetro del gozne de las puertas medía medio metro por lo que se calcula que la estancia tenía diez metros de altura.
Irónicamente, la tropelía de Alejandro preservó el monumento.

Las excursiones escolares visitan el acantilado frente a Persépolis donde fueron enterrados los reyes partos o sasánidas que derrotaron a varios emperadores romanos en los primeros siglos de esta era.

 El palacio de Persépolis conserva la decoración original con relieves de los ejércitos persas, así como de comerciantes chinos, egipcios o africanos que enviaban embajadas y regalos al rey.

 Las esculturas de caballos o los leones alados con rostro humano representaban el valor y la inteligencia.

Los restos de ceniza en una talla de un gigantesco león dan idea del incendio que devastó el salón de Jerjes.

¿CÓMO LLEGAR?
Volar a Teherán. Desde Madrid parten vuelos directos a la capital iraní con la compañía Iran Air.

Visados. Irán exige un visado para entrar en el país y la reserva previa en un hotel o una carta de invitación de un residente.

Base en Shiraz. Los vuelos internos entre Teherán y Shiraz son muy baratos. La ciudad dispone de hoteles de cuatro estrellas a un precio módico.

Autobuses y guías a Persépolis.
Varias agencias brindan servicios regulares de bus, con guía, desde Shiraz hasta las ruinas de la ciudadela persa.

"Nueva Zelanda: bienvenidos al plató más real" (2007)

SÁBADO, 30 DE JUNIO DEL 2007
LA VOZ DE GALICIA
CULTURAS

Nueva Zelanda: Bienvenidos al plató más real (2007)


NUEVA ZELANDA SE CONVIRTIÓ EN UN GIGANTESCO ESTUDIO DE CINE PARA RECREAR LOS ESCENARIOS DE «EL SEÑOR DE LOS ANILLOS». ESTOS PAISAJES SON UN FILÓN PARA EL TURISMO

E. Vázquez Pita
Una magdalena muffin de chocolate,un capuchino caliente y la estufa a tope. Esta es una apetecible forma de desayunar en una solitaria parada de la carretera que conduce al monte Cook (Aoraki, en maorí), el más alto de Oceanía.
Desde la cristalera de la cafetería del apacible pueblo neozelandés de Twizel, el visitante observa divertido el monumento a la oveja merina española, gran productora de lana. El ganado pasta en los llanos cercanos, antes bosque lluvioso que fue talado. Más allá,se divisa el color amarillo de las praderas, al pie de montañas nevadas, el lago Pukaki y glaciares fundidos por el calentamiento global. Un folleto asegura que el equipo de El señor de los anillos rodó en esas praderas la batalla de Pelennor Fields, con el monte Ered Nimrais al fondo. Y, realmente,uno parece oír los ecos de los tambores y los cuernos de cientos de lanceros, elfos, hobbies y orcos en el fragor del combate.
Pero para sentir la magia de Tolkien hay que atravesar la isla sur hasta la estación de esquí de Queenstown. Su apacible lago Wakatipu, repleto de islotes y embarcaderos de madera, fue otro paisaje emblemático de la saga épica del escritor. A sólo 50 kilómetros, está Glenorchy,un bosque que inspiró el ataque de los Olifantes y donde se sitúa la torre de Orthanc, en tierras de Isengard y Lothoriend. En toda la zona, prácticamente deshabitada,se respira ese ambiente de cuento,propio de la Tierra Media. En las inmediaciones también se halla el pueblo fantasma de Arrowtown,donde vivían mineros chinos. En los cañones cercanos se divisan cabañas que podrían pertenecer a los enanos. Más arriba, está el bosque de hadas de Rivendell, el río de Asfaloth que cruzó Frodo (el portador del anillo), y los Gladden Fields, escenario de un combate contra los temibles orcos.
La ruta continúa hacia el despoblado sur. Allí moran loros negros que se comen los neumáticos y los sándwich de los turistas. Aún se preserva el auténtico Rain Forest,un bosque fósil con helechos gigantes.
En el bello lago Te Anau,el arco iris ilumina el bosque de Fangorn. Uno ya mezcla realidad y ficción, y, al mirar por la ventanilla del autobús, cree haber visto cabalgar a los jinetes de la Cofradía del Anillo sobre la hierba amarilla y un riachuelo. El viaje finaliza en el lugar más apartado del mundo: Fiorland. Desde el transbordador que cruza los fiordos de Double y Milford Sound, el turista mira de reojo en busca de las estatuas gigantes del primer episodio. De regreso a la isla norte, camino de Auckland, es posible disfrutar de las suaves lomas de Hobbiton.

LA FICCIÓN
LA REALIDAD
El final de la primera entrega de «El Señor de los anillos» tiene como espectacular escenario, recreado por ordenador, un rocoso fiordo cuya entrada está flanqueada por dos gigantescos colosos de piedra.
El fiordo neozelandés de Double Sound es uno de los lugares más solitarios del planeta, sólo frecuentado por delfines y pingüinos. Están rodeados del Rain Forest, un bosque fósil. Sólo faltan las estatuas.

"Nueva Zelanda: La auténtica isla del gran gorila King Kong" (2005)


  La Voz de Galicia, 9 de diciembre del 2005

Nueva Zelanda: La auténtica isla del gran gorila


E. VÁZQUEZ PITA

 Aeropuerto de Christchurch (capital de la isla Sur de Nueva Zelanda). Última llamada para los pasajeros que van a embarcar hacia la volcánica Roturua. Unos fortachones ganaderos de Dunedin, con sombrero de ala, entran en el finger. Pasarían por jugadores de rugby. Les sigue un estresado ejecutivo de pelo rizo y tez morena. Cerca, una pareja de maoríes, obesos de tanta comida rápida, conversan sobre algún programa de su televisión étnica.

Al poco, el avión sobrevuela los verdes acantilados de Kaikoura,con las rocas atestadas de focas y ballenas a la vista. De fondo, las cordilleras nevadas. Desde la ventanilla se distinguen las frías aguas del estrecho de Cook. Abajo,frente a la capital, Wellington,se aprecia un fiordo y un archipiélago montañoso cubierto de nubes. Allí, teóricamente,debería situarse la isla Skull (isla Calavera), donde mora el simio King Kong.

Al menos, esa es la zona, ahora convertida en filón turístico,de Nueva Zelanda donde Peter Jackson ha rodado el remake del clásico de 1933. Las anécdotas son recogidas por el New Zealand Herald, como ya hizo con El señor de los anillos.
Nueva Zelanda tiene dos islas: la Sur, salvaje y deshabitada, y la Norte, parecida a un jardín inglés rodeado de volcanes y calderas de azufre.
Los ganaderos talaron el Rain Forest (bosque lluvioso) y roturaron la tierra para prados. Por ello, Jackson ha recurrido a decenas de maquetas para recrear el paisaje original. Entonces,¿dónde está la verdadera isla Calavera?
 Habría que buscarla en el sur, en los fiordos de Doubtful Sound, una remota región repleta de bosques fósiles. Ni siquiera las tribus maoríes se adentraron allí. El viaje dura dos o tres días en coche por escarpadas carreteras sin tráfico. Conviene parar en un café del monte Cook para saborear una magdalena muffy de chocolate y un café caliente,no tan aguado como el americano.

Desde la ventana, se divisa el monumento a la oveja merina y, a lo lejos, la pradera donde se rodó una batalla de El señor de los anillos.
A lo largo de la carretera, aparecen decenas de kiwis aplastados. Este diminuto pájaro nocturno no teme a los faros ni a los depredadores, pues a estos parajes sólo llegaron aves, como las extintas moas.
Más al sur están las minas de Arrowtown, un pueblo de buscadores de oro, y Queenstown,la bulliciosa capital del esquí.
Allí trabaja Javier, un monitor madrileño: «En invierno estoy en Sierra Nevada y en verano aquí; me presenté y me dieron una oportunidad».
El pueblo de madera del lago Te Anau es la última frontera con la civilización. El camino finaliza en los fiordos de Doubtful Sound. Sus acantilados cubiertos de nubes dan entrada al mar de Tasmania.
Allí sólo moran los pingüinos y unos loros que devoran la goma de los neumáticos y los sándwiches de los turistas. Sus oscuros bosques y ríos están flanqueados por helechos fósiles de seis metros de alto.
Algunas plantas es mejor no tocarlas porque su roce es letal.
Quizás de algún rincón surja King Kong. Pero sus rugidos y aullidos serían apagados por el ensordecedor ruido de las cascadas.

El Rain Forest (bosque lluvioso) de la isla Sur está cubierto por helechos de seis metros de altura, auténticos fósiles vivientes.
La isla Skull tiene parajes similares a los fiordos de Doubtful Sound y sus bosques, aunque a Nueva Zelanda sólo llegaron las aves y ningún depredador.

"Nueva Zelanda aprecia el toxo" (2005)

La Voz de Galicia, 4 de abril de 2005

Reportaje | El país agrícola más competitivo

Nueva Zelanda aprecia el toxo


Los granjeros neozelandeses podan este arbusto como seto para sus enormes fincas. Es un símbolo de cómo han transformado las tierras más salvajes en pastizales

E. Vázquez Pita
Christchurch

El Gobierno laborista de Nueva Zelanda eliminó en 1984 todos los subsidios al sector agrícola. Ahora, el país austral tiene los costes de producción más bajos del mundo. Lo reconocen fuentes del Sindicato Labrego Galego o del Laandbrugsraadet danés. Sólo Brasil y China despuntan ahora como serios competidores por sus precios. ¿Cuál es el secreto?

Una ruta desde Christchurch, en la isla Sur, hasta el lago Te Anau revela algunas claves. La doma y poda del toxo podría ser el símbolo que mejor ejemplifica la conversión de los exóticos bosques maoríes de Aotearoa, llenos de helechos gigantes, en los verdes pastos de Nueva Zelanda. En este nuevo país,donde aún es posible empezar de cero, el toxo intruso se ha adaptado. El húmedo y nuboso paisaje neozelandés es un hábitat ideal para el viejo arbusto gallego.

Conversión en seto

El toxo ha triunfado en las antípodas del mismo modo que el eucalipto y el kiwi asiático lo hicieron en Galicia. El toxo bravo ha sido transformado en un civilizado seto que sirve para cerrar los pastos de Oxford, a las afueras de Christchurch, la capital de la Isla Sur. En un pueblo de carretera, situado a 30 kilómetros de la capital, los dueños de un chalé han decorado sus posesiones con el espinoso arbusto. Todo es posible en Nueva Zelanda, un país nuevo con apenas cuatro millones de habitantes y donde la falta de suelo no es problema. Christchurch, con 300.000 habitantes, es tan extensa como Madrid porque está poblada de casas unifamiliares.
Los laboriosos agricultores de las antípodas han tardado apenas cien años en cultivar la tierra del Pacífi co Sur más cercana a la Antártida y al agujero de ozono. El último país del planeta en ser pisado por el hombre —los maoríes llegaron hace 700 años y los británicos hace dos siglos— se ha convertido en un gigantesco pastizal.

La isla era hace mil años un refugio para las aves, libres de enemigos naturales. El moa fue cazado por los navegantes polinesios hasta su extinción. Pero aún sobreviven especies únicas como el pájaro nocturno kiwi y el loro kea, un ave ladronzuela que roba los sandwichs de los excursionistas y que come las gomas de los coches. La labor colonizadora ha creado extensos pastos en los valles a costa de talar los bosques autóctonos.
La mayoría de los rancheros descienden de colonos británicos que emigraron en el siglo XIX. A diferencia de Australia, no eran presidiarios o prostitutas condenados por la reina de Inglaterra sino laboriosos trabajadores del campo o mineros de oro.
Compraron tierras a los indígenas maoríes y desbrozaron los bosques del denominado Rain Forest. Así, tranformaron la tierra en pastos donde ahora pace una cabaña de 53 millones de corderos.

Estatua a la oveja

El resultado de la actividad humana puede verse en la volcánica isla Norte. De los exhuberantes bosques de antaño sólo queda un recuerdo en la reserva natural de Fiorland, uno de los parajes más solitarios del mundo, y el Hasst Pass, donde los gigantescos helechos crecen a la vera de los lagos y glaciares.
Al igual que en las montañas suizas, los agricultores han pasado el cortacesped al monte, sobre cuya hierba
pastan vacas y ovejas, la mayoría de raza merina española. Sólo el 9% del suelo está labrado. Los rebaños son parte esencial de la economía de los rancheros latifundistas. Un pueblo del monte Cook levantó una estatua en honor a la merina y su lana.

Sólo Brasil y China harán sombra a este estado en los próximos años

La eliminación de los subsidios obligó a los agricultores neozelandeses a recortar sus costos, dejar de despilfarrar fertilizantes, diversificar el uso de la tierra, buscar oportunidades de ingreso no relacionadas con la agricultura y alterar la producción según las señales del mercado. Redujeron la cabaña de ovejas y aumentaron su ganado.
La prueba del éxito es que el 60% de los 15.000 millones de euros en exportaciones proceden del sector agrícola,que ocupa al 8% de la población. El trigo, la cebada, la carne y la lana generan divisas en ventas a Australia,Japón, Estados Unidos y el Reino Unido.

Johanes Ostergaard, experto del Consejo Agrícola Danés, no teme la competencia neozelandesa. «Tienen más granjas extensas, diferentes climas y un bajísimo coste en la comida», explica. Los expertos daneses creen que la competencia neozelandesa se limita a Asia, donde emerge China. Su temor está en Sudamérica, donde buscan posiciones las cooperativas gallegas. «Brasil es un país que está creciendo y con bajos costes de alimentación», dice este experto.

"Christiana: el paraíso echa el candado" (2005) / Copenhague, Dinamarca

Publicado en La Voz de Galicia, Suplemento "Los Domingos de La Voz", 29 de mayo del 2005

ADIÓS AL SUEÑO DE CHRISTIANIA

Christiania: El paraíso echa el candado


Dos reporteros de La Voz se adentraron en la mayor comuna hippy de Europa, que hace años incluso visitó Fraga, donde los vendedores de hachís prohíben ahora sacar fotografías. Sus 3.000 habitantes resisten los intentos de la policía para cerrar la ciudad libre de Copenhague.

E. VÁZQUEZ PITA

Este podría ser el último año de existencia de la comuna hippy de Christania, situada en Dinamarca. Las palas excavadoras amenazan los 85 acres de la Ciudad Libre de Copenhague en la que conviven 3.000 personas en el pleno centro, en la calle Badsmands, cerca de los muelles construidos por el rey Christian.
Miles de jóvenes sin hogar, llamados christianitas, ocuparon en 1971, en una operación relámpago,unos barracones militares recién abandonados. Eran los años de la guerra de Vietnam, de la ecología y de los ideales de haz el amor y no la guerra. La OTAN incluso movilizó sus comandos para poner orden. Pero sus habitantes resistieron los intentos de desalojo.
La comuna instauró sus propias leyes, basadas en la autogestión.
Hoy aún ondea la bandera roja de tres puntos amarillos que simbolizan las tres prohibiciones: No a la droga dura, no a las armas y no a la contaminación de los coches.
La cuestión es: ¿cuánto tiempo más durará el sueño?
El gobierno danés de derechas quiere acabar con este experimento social para urbanizar la orilla portuaria, flanqueada de rústicas cabañas que ocupan un suelo que vale oro. La primera medida fue, hace un año, enviar a los antidisturbios para cerrar los puestos de venta de hachís,lo que cortó la fi nanciación de la capital de la cultura alternativa.
«Antes había bohemios gallegos aquí. Incluso Fraga visitó este lugar cuando era de AP. Pero las cosas han cambiado. Hay mucha violencia y hace unos días un desconocido mató a tiros a un hombre», relata Óscar Cordal, un villalbés que reside en Copenhague desde hace 40 años.
Christiania es ahora refugio de marginados, inmigrantes y traficantes, que conviven con abogados y médicos que sólo van a Copenhague a trabajar.
Antonio, un barcelonés, vivió allí hace veinte años con una amiga danesa que había conocido en una playa española. «Nunca pertenecí a los cristianitas aunque vengo a menudo a saludar a los amigos. Antes, estaba lleno de españoles», recuerda.
Eran tiempos de fiestas veraniegas hasta la madrugada y sin alcohol. Los porros y el amor libre lo convirtieron en el paraíso de la cultura alternativa. Las familias se repartían las viviendas y hacían un hueco a las recién llegadas. Disponían incluso de guardería, radio y su propio ejército laboral: Los Rainbow Warriors (los guerreros del Arco Iris). Rojo para la acción, verde para la comida y azul para el conciencia social. Sus habitantes idearon planes ecológicos para reciclar el agua. Los conciertos de rock recaudaron dinero en todo el mundo para enviarlo a la ciudad libre. Pero los demás países acusaron a Christiania de ser el mayor exportador de drogas de Europa.

La entrada a la comuna está presidida por un cartel, sustentado por dos totems maoríes que reza: «Christiania». En la pared contigua, varios graffitis delatan la decadencia del lugar.
Los puestos de souvenirs llenan la plaza principal y venden camisetas,posters de la hoja de marihuana, muñecos de Bob Marley y calaveras de heavy metal. A partir de este punto, está prohibido sacar fotos. Al último reportero lo confundieron con un policía secreto y lo apalearon.
Los clientes del bar Woodstod, nombre que rememora el famoso festival hippy de los años 60, son poco amigos del retrato. Entre ese local y la panadería, supuestamente, se vende la droga. A nadie le gusta que la policía de paisano le grabe con sus minicámaras.

Ofreciendo droga
Junto al Woostood, unos jóvenes curtidos por la vida ofrecen droga «de la más pura y ecológica» discretamente a los turistas. Es fácil presenciar como un joven callejero le pasa un fajo de billetes a su colega proveedor en una esquina. Cerca, los inmigrantes se calientan con fogatas encendidas en los bidones.
En el bar, varios moteros barbudos beben refrescos, cerveza sin alcohol y juegan a las damas.
Un joven alto, apodado el Francés Loco, levanta el dedo en señal de victoria y corea: «Christiania is good! (¡Viva Christiania!)». El 80 por ciento de los habitantes del paraíso hippy está en paro. «Unos se ayudan a otros y, algunos, como el Francés, son parásitos», dice alguien.

Antonio muestra la tienda ecológica, una de las joyas de Christiania. Se trata de un barracón con una báscula mecánica con cajas de madera y fruta, donde venden pan del día. Hay patatas, boniatos y uvas importadas de Sudáfrica. Un grupo de jóvenes bebe zumos de frutas sin alcohol en una mesa. «Todo es natural», dice Klaus, el dependiente. Lleva ocho años preparando comidas para 50 personas. «No hay derecho a que cierren esto. No lo lograrán. El pueblo danés no lo permitirá», dice el tendero.
Lo que opina el pueblo danés es fácil de escuchar en la cafetería Olsen. En el mismo asiento que ocupaba el escritor Hans Christian Andersen, la danesa Anne Luise se despacha a gusto. «Nos hemos acostumbrado a este experimento social que tuvo éxito gracias a la permisividad de la legislación danesa. Se aprovecharon
de que la ley impide a las empresas eléctricas cortar la luz y el agua por impago. Es fácil ser anarquista si no se pagan impuestos. Al final, la comuna ha servido como válvula de escape para acoger a los marginados», relata esta mujer de 55 años.

UN AVENTURERO BARCELONÉS.
Antonio conoció a una danesa en la playa y se fue a vivir con ella un año en Christiania. Ahora solo vuelve a visitar a sus amigos en el bar Woodstod o a charlar con una familia cubana, que como otros inmigrantes ha ocupado las casas vacías. En la foto, Antonio observa los objetos de un barracón militar reconvertido en vivienda por los sin techo. Otras casas las diseñaron ellos mismos. «La mayoría están desordenadas. Es gente muy especial y reacia a las visitas de extraños», explica Antonio.

PASEO EN UNA BICICLETA DE LOS CHRISTIANITAS.
Un joven circula, junto a los muros de Christiania, en una bicicleta diseñada por los habitantes de la ciudad
libre. Hay miles de bicis christianitas por las calles de Copenhague. Se distinguen por el carrito delantero, acorde con las teorías ecologistas del ahorro. La comune dispone de su propia fábrica de bicicletas, que vende la unidad a 4.000 coronas (500 euros). Allí es posible comprar un velocípedo cuyo diseño imita una Harley Davinson.

BIENVENIDOS AL PARAÍSO HIPPY.
La entrada de Christiania está flanqueada por coloridos graffitis. Un gran arco recibe a los turistas que, en
verano, pagan entrada para disfrutar del ambiente y la música de sus animadas terrazas. Más allá de las
tiendas de souvenirs y la panadería están los vendedores de droga, muchos de ellos inmigrantes refugiados. En dicha zona, las fotografías están prohibidas porque la policía usa las imágenes para identificar a los
supuestos traficantes.