LA VOZ DE GALICIA
CULTURAS
Nueva Zelanda: Bienvenidos al plató más real (2007)
NUEVA ZELANDA SE CONVIRTIÓ EN UN GIGANTESCO ESTUDIO DE CINE PARA RECREAR LOS ESCENARIOS DE «EL SEÑOR DE LOS ANILLOS». ESTOS PAISAJES SON UN FILÓN PARA EL TURISMO
E. Vázquez Pita
Una magdalena muffin de chocolate,un capuchino caliente y la estufa a tope. Esta es una apetecible forma de desayunar en una solitaria parada de la carretera que conduce al monte Cook (Aoraki, en maorí), el más alto de Oceanía.
Desde la cristalera de la cafetería del apacible pueblo neozelandés de Twizel, el visitante observa divertido el monumento a la oveja merina española, gran productora de lana. El ganado pasta en los llanos cercanos, antes bosque lluvioso que fue talado. Más allá,se divisa el color amarillo de las praderas, al pie de montañas nevadas, el lago Pukaki y glaciares fundidos por el calentamiento global. Un folleto asegura que el equipo de El señor de los anillos rodó en esas praderas la batalla de Pelennor Fields, con el monte Ered Nimrais al fondo. Y, realmente,uno parece oír los ecos de los tambores y los cuernos de cientos de lanceros, elfos, hobbies y orcos en el fragor del combate.
Pero para sentir la magia de Tolkien hay que atravesar la isla sur hasta la estación de esquí de Queenstown. Su apacible lago Wakatipu, repleto de islotes y embarcaderos de madera, fue otro paisaje emblemático de la saga épica del escritor. A sólo 50 kilómetros, está Glenorchy,un bosque que inspiró el ataque de los Olifantes y donde se sitúa la torre de Orthanc, en tierras de Isengard y Lothoriend. En toda la zona, prácticamente deshabitada,se respira ese ambiente de cuento,propio de la Tierra Media. En las inmediaciones también se halla el pueblo fantasma de Arrowtown,donde vivían mineros chinos. En los cañones cercanos se divisan cabañas que podrían pertenecer a los enanos. Más arriba, está el bosque de hadas de Rivendell, el río de Asfaloth que cruzó Frodo (el portador del anillo), y los Gladden Fields, escenario de un combate contra los temibles orcos.
La ruta continúa hacia el despoblado sur. Allí moran loros negros que se comen los neumáticos y los sándwich de los turistas. Aún se preserva el auténtico Rain Forest,un bosque fósil con helechos gigantes.
En el bello lago Te Anau,el arco iris ilumina el bosque de Fangorn. Uno ya mezcla realidad y ficción, y, al mirar por la ventanilla del autobús, cree haber visto cabalgar a los jinetes de la Cofradía del Anillo sobre la hierba amarilla y un riachuelo. El viaje finaliza en el lugar más apartado del mundo: Fiorland. Desde el transbordador que cruza los fiordos de Double y Milford Sound, el turista mira de reojo en busca de las estatuas gigantes del primer episodio. De regreso a la isla norte, camino de Auckland, es posible disfrutar de las suaves lomas de Hobbiton.
LA FICCIÓN
LA REALIDAD
El final de la primera entrega de «El Señor de los anillos» tiene como espectacular escenario, recreado por ordenador, un rocoso fiordo cuya entrada está flanqueada por dos gigantescos colosos de piedra.
El fiordo neozelandés de Double Sound es uno de los lugares más solitarios del planeta, sólo frecuentado por delfines y pingüinos. Están rodeados del Rain Forest, un bosque fósil. Sólo faltan las estatuas.
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