viernes, 28 de diciembre de 2012

"Mayas: lo que Mel Gibson no cuenta" (2007)

Publicado el 21/01/2007
La Voz de Galicia
texto E. VÁZQUEZ PITA

Mayas: lo que Mel Gibson no cuenta


La película «Apocalypto» relata el brusco colapso de las ciudades precolombinas. Hay una larga lista de pueblos desaparecidos: los vikingos que navegaron por América, los granjeros de Groenlandia o los constructores de rostros de piedra de la isla de Pascua


E l autor Jared Diamond, en su libro Colapso , estudia la brusca decadencia de las monumentales ciudades mayas, construidas por vanidosos ingenieros y ahora cubiertas de maleza en la selva de Guatemala y México. Un misterio que no deja de intrigar a los arqueólogos. Esta cultura precolombina sobrevivió hasta nuestros días transmitida de boca en boca por los lugareños de Centro América, pese a que se perdieron muchos conocimientos matemáticos y los conquistadores españoles se encargaron de quemar los documentos escritos que podían aportar pistas. ¿A qué viene tanto interés por las ruinas mayas? El escritor se pregunta si, algún día lejano, los imponentes rascacielos de Nueva York seguirán la misma suerte. Nadie toma en serio esta apocalíptica visión del colapso de la civilización industrial, pero los científicos creen que, por si acaso, no estaría de más descubrir los fatales errores que arruinaron sociedades avanzadas y prósperas como los griegos de Miocenas, los cretenses, o los pueblos del Gran Zimbabue o del valle del Indo. Muchas de las sociedades estudiadas por Diamond murieron de éxito cuando estaban en la cumbre de su poder. El diagnóstico: perpetraron un ecocidio. El ejemplo más palpable es la isla de Pascua. Sus habitantes levantaron magnificas cabezas de piedra, pero para ello cometieron un grave error estratégico: talaron sus bosques. El hambre les obligó a huir de la isla pero... ya no quedaba madera para construir canoas. Las guerras entre ellos no dejaron supervivientes. Algo parecido pasó con las tribus anasazi del suroeste de Estados Unidos, desaparecidas tras desforestar su particular jardín del edén. En Australia se extinguieron varias especies hace 50.000 años, justo cuando llegó el ser humano. Lo mismo ocurrió en Nueva Zelanda, tras arribar los maoríes.

Aprender la lección de la Historia serviría para evitar otro colapso. Un ejemplo son los agricultores de Islandia, quienes se dieron cuenta a tiempo de la tala excesiva de sus bosques; de ser los europeos más pobres pasaron a gozar de la mayor renta per cápita del mundo. Otro enigma es la caída del Imperio romano: ¿fueron las hordas de invasores bárbaros o la crisis económica? La decadencia del Imperio español también intriga a los historiadores. Las últimas teorías sostienen que construir colonias en el Nuevo Mundo y defenderlas tres siglos agotó todo el oro de los galeones y supuso un gran sacrificio económico y demográfico para un reino pobre como Castilla, incapaz de competir con el textil más barato de Inglaterra y Holanda. Al Imperio británico también le llegó su hora.

El historiador Eric Hobsbawn cree que Gran Bretaña no aprovechó su ventaja tecnológica (el ferrocarril) y quedó obsoleta ante la inventiva de Estados Unidos. ¿O qué decir de la inesperada disolución de la Unión Soviética? Ejemplos de colapsos modernos son Somalia o Ruanda. Algunos se preguntan si China o la India desbancarán económicamente a Europa y Norteamérica, que deslocalizaron sus fábricas. Diamond ve un nexo común entre la civilización maya y otros pueblos en ruinas: su crecimiento exponencial agotó los recursos, desforestaron su hábitat, arruinaron el suelo fértil, se quedaron sin agua, sobreexplotaron la caza y la pesca, introdujeron especies nuevas y, gracias a ello, el crecimiento demográfico se disparó. La peste o la guerra provocaron un shock y los supervivientes mayas fueron incapaces de volver a poner en marcha los canales de riego.

El antropólogo Marvin Harris, en su libro Caníbales y reyes , fue de los primeros que sospecharon que la disminución del volumen de agua de los manantiales volvió inhabitable Teotihuacán en el año 700. Tampoco había animales domésticos para alimentar a los agricultores. La urbe fue absorbida por sus vecinos, que idearon los jardines flotantes de lodo, más productivos. En el año 1200, vivían a orillas del lago de Tenochtitlán dos millones de aztecas. La nobleza se permitía el lujo de comer carne... aunque era la de sus prisioneros. Otras causas de la desaparición de civilizaciones son el cambio climático, la presencia de vecinos hostiles o la dependencia de un producto como el petróleo.

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