lunes, 19 de septiembre de 2011

Turquía, entre el velo y el bikini (2005)

Turquía, entre el velo y el bikini

Nota: cinco años después de la publicación del reportaje, sigue sin haber ningún avance significativo para el ingreso de Turquía en la UE

Publicado en La Voz de Galicia

Autor: E.V.Pita

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LOS DOMINGOS DE LA VOZ ,Pág. 4

16 DE OCTUBRE DEL 2005

EN DIRECTO | EL FUTURO SOCIO MUSULMÁN DE LA UE

Turquía, entre el velo y el bikini


En Estambul circulan cientos de chistes sobre la carrera de obstáculos para entrar en la Unión Europea. Dos aburridos alemanes toman una cerveza en silencio y observan envidiosos a un par de turcos que discuten apasionadamente alrededor de un licor. A la noche siguiente, los germanos beben ese brebaje y uno le espeta al otro: «Oye, Hans, entonces, ¿qué opinas de la nueva política económica alemana?».

Estos chistes sobre las diferencias culturales con Occidente tienen tanto éxito como las fábulas del ingenioso mulá Nasrudín. La giriç («entrada » en turco) en la UE es el tema más recurrido en las barberías de Estambul, en los bares de Ankara, mientras los hombres ven unpartido del Galatasaria en la tele o juegan al backgamon.

Este ambiente en las calles recuerda a una reposición de Cine de Barrio. Un joven llamado Hussein, nacido en el Mar Negro, resume la posición de la Unión Europea hacia la entrada de Turquía. «Hemos cumplido todos sus condiciones: eliminamos la pena de muerte, mejoramos la democracia... pero siempre nos ponen nuevas excusas. Uno se enfada al pensar que la UE nunca va a cumplir su palabra», se queja. Éste añade que sería más correcto «habernos dicho que no damos la talla económica. De acuerdo, nos buscaríamos la vida en otro lado. Pero eso tampoco le interesa a la UE».

Sus 70 millones de habitantes convierten a Turquía en el país más poblado de la UE, después de Alemania. La tasa de crecimiento de la población es tres veces superior a la española. El 26% tiene
menos de 14 años. Muchos niños ayudan en los negocios familiares o circulan con sus padres en tractor por la fértil región de Bursa.
Uno de cada tres empleados es agricultor y sólo uno de cada once está en el paro. Cada turco gana 6.900 dólares al año, tres veces menos que un gallego.

El puerto de ferries de Eminonu, en el corazón del Cuerno de Oro, es un buen lugar para observar la economía del país, lastrada por la subsistencia familiar. Uno se topa con decenas de niños que van de recados o al aprendiz que lee la prensa en la tienda de sus tíos.
Detrás del muelle de Eminonu, se divisan decenas de petroleros y mercantes que aguardan fondeados a cruzar el Mar Negro.

Pero existen dos lugares en Turquía donde un europeo se puede percatar de la pujanza turca. Uno es la calle Taksim, una vez cruzado el puente Gálata de Estambul. En la milla de oro no falta ninguna tienda de moda internacional. Uno podría pensar que camina por la calle Príncipe de Vigo. Los rascacielos crecen como setas en los alrededores. Fuera de ese oasis consumista, el ciudadano acude al súper, al ultramarinos o al bazar.

El segundo motor económico es una ciudad universitaria de provincias, Konya. Los modernos tranvías atraviesan las zonas comerciales, repletas de cibercafés, donde se levantan rascacielos y hoteles de lujo. Esta ciudad, que fabrica las tapas de las alcantarillas de Estambul, es una de las más conservadoras del país. Una mujer que camine sin velo o pantalón corto se siente incómoda.

Quizás lo más preocupante de la economía turca sea la inflacción. Hasta hace poco, los cajeros automáticos dispensaban fajos de billetes de un millón de liras, que apenas llegaban para comer un kebab y una Coca-Cola. El Gobierno ha eliminado los seis ceros del papel y su valor real equivale ahora a una lira (0,60 euros).

Hay que visitar Pérgamo para admitir que Turquía fue y es parte de Europa. Uno se sienta en las gradas del teatro, construido sobre una pendiente de vértigo, y se percata de que Anatolia es la cuna de la cultura mediterránea. La estatua del emperador Trajano es similar a la que preside la magistratura de Baelo Claudia, la ciudad romana enterrada bajo unas dunas de Cádiz.

Izmir es un puerto comercial muy próspero. Ahora, las torres de diez plantas rodean las humildes mezquitas. En Konya y Bursa se ven casas dotadas de calentador de agua que funciona con paneles
solares. Y en Ankara, las viejas casas de madera con huerto son demolidas para levantar complejos residenciales.

El paisaje verde de cultivos de cereal es sustituido por los viaductos de hormigón de la nueva autovía a Estambul. El país crece. Son las mismas infraestructuras que Galicia construyó con los fondos de la UE.

En el rural, la pobreza es más visible. En la Capadocia y el Mar Negro, muchos jóvenes dejan las cuevas y las viñas y emigran a las ciudades. En los antiguos pueblos armenios, sólo quedan los viejos.
Ahora, la UE pide a Turquía que reconozca el genocidio perpetrado contra esos cristianos en 1915 y resuelva el problema kurdo.

SUPERSTICIOSOS OJOS AZULES.

El ojo azul en forma de lágrima es el amuleto de la buena suerte. Los mercaderes de la Capadocia los cuelgan en los árboles como si fuesen los pañuelos y klinex que los peregrinos anudan ante la casa de la Virgen María, a las afueras de Éfeso. Los iconos que retratan a la madre del "profeta" Jesús, venerado también por los fieles del Islam, son protegidos con esos amuletos azules. Quizás esas lágrimas sean las mismas que los obreros bizantinos labraron en las columnas que sostienen las cisternas subterráneas de Constantinopla. Allí, los operarios, que desconocían el mito griego,
tuvieron la precaución de colocar la cabeza llena de serpientes de Medusa boca abajo para que la estatua no les fulminase con su mirada. Y esos ojos azules son los mismos que muestran un gran porcentaje de la población turca y kurda. [...]

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