lunes, 19 de septiembre de 2011

¿Seguirá Irlanda la estela de Grecia? (2010)

Viaje a Dublín (publicado en Sección de Economía de La Voz de Galicia)
Publicado en La Voz de Galicia ( 18 de abril del 2010 )

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¿Seguirá Irlanda la estela de Grecia? (2010)


El Tigre Celta es la letra I del grupo de países PIGS, con un déficit fiscal del 14%, un paro del 13% y dos bancos zombis

Autor:
E. Vázquez Pita

Irlanda era un país pobre, pero en 1973 ingresó en la UE y las recetas neoliberales acabaron disparando su economía. El cebo de los bajos impuestos y la escasa regulación atrajo al dinero y, en el 2000, el crecimiento del producto interior bruto tocó un techo del 9,4%, el triple de lo normal en Europa. El país de nuevos ricos fue apodado el Tigre Celta para compararlo con la dinámica Asia. Diez años después, la burbuja estalló y el aquel tigre es ahora solo un zombi. En el 2009, su PIB cayó un 7,9%, el déficit público trepó hasta el 12% y el paro supera ya la barrera del 13%, el sexto más elevado de la UE.
Irlanda tiene el dudoso honor de representar la letra I de las siglas PIGS, término utilizado para englobar a países con graves problemas de déficit y del que también forman parte Portugal, Grecia y España. Atenas acaba de recibir un salvavidas de 30.000 millones de sus socios europeos y Dublín puede ser la próxima ficha en caer. Así lo cree el columnista financiero David McWilliams, de The Sunday Business Post , quien asegura rezar para que el pánico no se extienda como la pólvora.
La primera impresión del viajero que llega al aeropuerto de Dublín es la de un lugar gris al que le vendría bien una mano de pintura. Las infraestructuras son la asignatura pendiente del país, pero no hay que engañarse. Al salir a la calle, uno descubre la colosal silueta de la nueva terminal, un huevo metálico de estilo high-tech. Las grúas trabajan a pleno rendimiento. El ferrocarril y la autovía a Galway también han sido modernizados a tiempo. Entonces, ¿es tan grave la crisis en Irlanda?

La renta per cápita de los irlandeses sigue en el 134%, por encima de la media europea y de España. Es la herencia del bum de los noventa, cuando la construcción y los microchips hacían correr el dinero. Impuestos baratos atraían a los inversores americanos y al capital alemán. Ahora, Irlanda recorta el gasto para atajar su deuda, un 60% del PIB.

«Esto ya no es lo de antes», refunfuña un taxista. «La culpa es de gente como Quinn», dice una residente. Durante la bonanza, el multimillonario Sean Quinn pidió un préstamo al Anglo Irish Bank para comprar acciones del propio banco, en el que, cuando estalló la crisis, el Gobierno tuvo que tapar un agujero de 180.000 millones. Lo que queda ahora es una ciudad fantasma de oficinas acristaladas, hoteles sin clientes, campos de golf sin socios y chalés adosados vacíos. Y una enorme deuda que pagar.


El ladrillo se hundió, pero la informática continúa atrayendo a los inversores

Los irlandeses tienen una anécdota para todo. Muchos han fijado ahora su atención en el edificio del Banco Central. ¿Por qué tiene todas sus ventanas tapiadas? Cuentan que, hace tiempo, una ley estableció que que cada ciudadano debía pagar impuestos según el número de ventanas de su casa. Algunas iglesias de Dublín y el Parlamento las tapiaron todas para ahorrar. Allí está situado ahora el Banco Central, que se ha marcado el objetivo de reducir el déficit público hasta el 3% cuando hace tres años se dedicaba a inyectar capital en los mercados internacionales. La luz solo entra por un patio del Banco Central, un lugar lugrube comparado con las nuevas oficinas acristaladas de los Docklands, donde los peatones pueden ver absolutamente todo lo que pasa dentro.

La crisis ha golpeado más fuerte en Waterford, al sur, la quinta ciudad del país. La famosa cristalera que alegraba la ciudad era todo un emblema industrial, pero ha cerrado sus puertas para trasladarse a China. La deslocalización ha dado la puntilla a esta zona.
Con Dell pasó algo parecido. La multinacional americana de ordenadores se instaló en Limerick, pero hace seis meses decidió trasladarse a Polonia, para ahorrar costes.? El ladrillo cayó pero el microchip ha sobrevivido. El suelo barato atrae a inversores tecnológicos de Estados Unidos. La red social Facebook acaba de instalar una central de servicios al cliente, y la red de negocios Linkedln, otra. Hay oportunidades para los teleoperadores porque es un país barato que habla inglés.


Los Docklands, herencia de una época de bonanza


Los años de bonanza tienen su espejo en los Docklands, una zona de diques abandonados en la desembocadura del río Liffey en Dublín. En diez años, se levantaron decenas de edificios de oficinas, de estilo h igh-tech , plazas y centros comerciales con boutiques y comida internacional. Las terrazas siguen llenas, pero los inmuebles parecen desangelados como si fuese un barrio fantasma. Carteles de «To Let» (Se alquila) asoman por las ventanas camino al nuevo puente de Calatrava que simboliza la lira, y al teatro O2. El Gobierno acaba de ampliar la línea de metro ligero Luas para atraer residentes.? El estallido de la burbuja inmobiliaria obligó a los obreros polacos a volver a su país, pero las tiendas especializadas en productos del Este siguen abiertas.
En Galway, la segunda ciudad del país, que acoge a una gran comunidad gallega, la construcción de chalés adosados cesó de repente. «Hubo un auge de la especulación, muchas urbanizaciones nuevas», recuerda Susana Fernández, una economista coruñesa que trabajó en el audiovisual de Galway.

La clase media de Irlanda, lastrada por las hipotecas, se afana en buscar gangas

Los desempleados rondan los 300.000?y la renta per cápita se desploma

La señal de que algo va mal saltó durante las fiestas de San Patricio, a mediados de marzo. El consumo de cervezas Guinness en las calles de Dublín descendió respecto a años anteriores. Era la mejor prueba de que hay crisis y de que la clase media irlandesa consume menos, empobrecida por los créditos e hipotecas pedidos en el pasado. En dos años, la renta per cápita ha pasado del 145 al 134% de la media europea.
Basta con pasear por la bulliciosa calle de la moda, Henry Street, donde se concentran las cadenas de grandes almacenes H&M, Zara, Marks & Spencer o la exitosa Pennyes (Primark). Decenas de clientes salen por las puertas de Pennys cargados de bolsas de papel. No son víctimas de una fiebre consumista, sino que se aprietan el cinturón. Las estudiantes del Trinity College encuentran allí grandes gangas, como camisetas a cuatro euros y vestidos a cinco. Hay prendas por dos euros, más baratas que en los bazares chinos. Pennys hace su agosto en plena crisis. En la esquina de los grandes almacenes, un homeless se acurruca en un saco de dormir.

La inflación del 2009 ha aupado los precios por encima de los españoles. En las calles secundarias, los escaparates lucen tentadoras ofertas y saldos. Hasta Burger King promociona el Eurosaver (Euroahorro). Y en el centro comercial de St. Stephen los clientes desayunan y miran, pero no tocan los diamantes.
Un paseo por Temple Bar, la calle de copas de Dublín, revela que, como en España, la crisis no ha cerrado ningún pub pese a que el país ronda los 300.000 parados. Pero la capital es joven y nadie se priva de su pinta de Guinness a cuatro euros; o de una botella de Albariño por 30. Las terrazas rebosan de clientes y las adolescentes visten lo más posh. Caminan con tacones de aguja hacia los clubes nocturnos privados del barrio georgiano, un distrito para ricos de la capital. Al amanecer, la luz muestra hileras de carteles colgados que anuncian traspasos de oficinas. Hay pocos negocios cerrados, la mayoría son inmobiliarias.
En los barrios del norte ha surgido una nueva clase social: los nackers, una tribu juvenil de flequillo y sudadera. Eternos parados, son pensionistas. «Mejor, no tener nada con ellos», advierte un residente. El colchón para un paro del 13,2% es la paga social, unos 600 euros. El desempleo es inferior que en España (19%) y muchos obreros de la construcción han regresado a sus países de origen. La pobreza sigue oculta. En la capital, son escasos los indigentes que duermen a la intemperie. En villas como Donegal, ninguno. En Dublín, decenas de rumanas piden limosna en el puente Ha Penny. Antes, había que pagar medio penique de peaje por cruzar el río. Ahora, está flanqueado por jóvenes de apariencia sana que padecen problemas de droga, sentados en silencio con un vaso de plástico vacío en la mano. Algunos critican que la paga social incentiva la pereza. Pero Irlanda, pese a ser un país católico, parece más próxima al sistema neoliberal del Reino Unido y Estados Unidos que al bienestar europeo. Ir al médico no es gratis y el que puede contrata un seguro privado.
La crisis ha generado irritación, pero pocas protestas callejeras. En los soportales del histórico edificio de Correos, donde se libró un episodio de la independencia irlandesa, se manifiestan a diario speakers que recogen firmas por todo: contra el aborto, en apoyo del Sinn Féin o contra la pederastia religiosa. Nadie contra la crisis. A la vuelta de la esquina, ante la puerta de un Zara, un grupo de Socialist Workers corea por megáfono consignas contra la banca y clama por una revuelta.
Pero la crisis ha tenido un malsano efecto secundario: el racismo. Hace una semana, varios miles de inmigrantes se manifestaron contra el asesinato de un estudiante adolescente de origen africano. La tensión crece.

Añadido del autor: en el artículo original pubicado en la sección de Economía de La Voz de Galicia el 18 de abril del 2010 figura un pequeño paquete qe ha pasado desapercibido al volcar la información en la web. Dicho paquete recoge las quejas de un irlandés por las medidas que ha tomado su gobierno para atajar la crisis: congelación de salarios de los funcionarios y otros ajustes. Esta receta sería aplicada a España unos meses después.
Salarios congelados en Irlanda (último paquete del reportaje de Economía de La Voz de Galicia.
«Tenemos los salarios congelados mientras suben los impuestos»

Autor: E. Vázquez Pita


Javier Berrocal es un informático de A Coruña de 27 años que trabaja en Dublín. «Un amigo me dijo que había muchas oportunidades, que alguien que no hablase inglés podía colocarse de camarero. Pero un mes después de llegar aquí leí en la prensa: '' Recesión'' », relata. Salió adelante. «Pasé por varias entrevistas y una empresa informática me contrató en dos meses», dice.
Un amigo suyo, Iosaf, un ingeniero de informática de 31 años vive la crisis más de cerca. «Ahora esperas menos tiempo por una mesa en los restaurantes», comenta. Asegura que en los centros comerciales, la gente pasea más que antes, cuando se les veía cargados con bolsas. «Tenemos los salarios congelados mientras suben los impuestos», relata dejando entrever cierto enfado.

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