lunes, 19 de septiembre de 2011

Australia, paraíso prohibido (2004)

Australia, paraíso prohibido (2004)

Publicado en La Voz de Galicia, suplemento Los Domingos de La Voz, el 10 de octubre del 2004

Por: E.V.Pita

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REPORTAJE | GALLEGOS EN LAS ANTÍPODAS

Australia, paraíso prohibido

Las antípodas hace tiempo que cerraron sus puertas a los inmigrantes. Los empresarios gallegos que hicieron fortuna en el Lucky Country se topan con que el Gobierno les impide contratar a sus paisanos. Temen que las elecciones de ayer no vayan a cambiar las duras leyes.

E. VÁZQUEZ PITA | TEXTO

Un empresario gallego del granito, afincado en Melbourne, quiso contratar hace unos meses a un especialista portugués. Las restricciones de inmigración son tales que el obrero no pudo obtener un permiso legal de trabajo. El constructor optó por la picaresca y ordenó al expertoque entrase en Australia con un visado de turista. Los tres meses de validez serían suficientes para terminar el tajo.

Pero, como en el película La Terminal, de Steven Spielberg, el peón disfrutó de sus vacaciones sin salir del aeropuerto. Los aduaneros pasaron por rayos X su maleta y descubrieron una herramienta entre la ropa. Al abrir el equipaje, los policías hallaron la evidencia final: un mono azul de faena. Al luso lo subieron en el siguiente avión de vuelta a casa.

Australia fue tierra de fortuna antaño y abrió las puertas a 800.000 emigrantes no británicos entre los años 60 y 80. Justo Bouzo fue uno ellos. Este delineante nació hace 44 años en la aldea de Presqueira, en Baños de Molgas (Ourense). Llegó a Sydney en 1982 y ahora dirige una empresa de reformas y proyectos nuevos de construcción. Su firma Euroset está en expansión en varios estados australianos e incluso ha abierto mercado en Nueva Zelanda.

Sus compatriotas ya no tienen esa oportunidad. Así lo demostró el incidente internacional del buque Tampa, cargado de refugiados  políticos, y al que Camberra prohibió recalar en su costa. El país austral sólo permite entrar a un cupo anual de 80.000 inmigrantes altamente cualificados.

Las restricciones afectan a todos. La empresa de Bouzo importa yeso proyectado y el gallego arregló los papeles para contratar a un paisano suyo. «El problema es que no hay gente especializada para aplicarlo. Quisimos traer jóvenes gallegos pero no conseguimos a nadie», recuerda. El Gobierno expulsó a su candidato porque carecía de la suficiente formación para enseñar su oficio a sus compañerosaustralianos. «En este país también hay paro», admite resignado Bouzo. Éste duda que un cambio de Gobierno, tras las elecciones celebradas ayer, abra las puertas a la inmigración. «Incluso con los laboristas, seguiría igual», dice.

Los últimos emigrantes gallegos que se han aventurado a trabajar en Australia han tenido suerte dispar. Una licenciada en Historia de Vigo y su marido lograron el permiso de residencia en apenas unos meses porque el Gobierno apreció sus conocimientos en Arqueología.

«Aquí te valoran por tu currículum y te dan más oportunidades de demostrar si eres bueno. Es posible conseguir más cosas que en Galicia. En Australia no funciona el enchufe ni el amiguismo. Una empresa examina tu presupuesto, lo que has hecho... Llegar a una determinada posición depende de la valía de la persona y eso me gusta», añade Bouzo.

La mayoría de los gallegos han tenido que retornar al caducar su visado de estudio y trabajo legal. Otros utilizan el viejo truco de viajar a Nueva Zelanda y volver a entrar como turista. Es el caso de dos viguesas desempleadas que fueron a estudiar inglés a Brisbane. Por sus calles circulan autobuses con la publicidad del aceite español Carbonell. Los papeles permitían a las dos gallegas trabajar como limpiadora s en un rascacielos 20 horas semanales y estudiar 25 más. Su salario ascendía a casi mil euros.

La tentación para venir a Australia es muy grande. El sueldo medio de un profesional de la construcción es de 200 dólares australianos (120 euros) al día. Otro aliciente es el clima benigno de Brisbane, soleado hasta en invierno.

Barbacoa
«Trabajamos cuatro horas diarias y vivimos como en Galicia, salvo que el piso es compartido», afirma una viguesa, mientras prepara una suculenta barbacoa (BBQ) en una playa fluvial con unos compañeros españoles de la academia. Uno de ellos es un ejecutivo madrileño que abandonó su despacho con vistas a la Castellana para aprender inglés. También está una diseñadora catalana que aspira a ingresar en la Universidad. Las dos gallegas dejaron la semana pasada su apartamento en un rascacielos de 40 plantas, dotado de moqueta, llave magnética, secadora, así como yacuzzi, gimnasio, piscina y sauna comunitarios. Al caducar su visado han tenido que retornar a España. «Si no te vas, los agentes de inmigración se presentan en tu casa y te acompañan al avión. No te puedes esconder porque estás muy controlado», relatan estas estudiantes.

UNA ARQUITECTA CORUÑESA EN BONDI BEACH. Vanessa del Castillo es una arquitecta coruñesa, afincada en Barcelona, que a sus 28 años hizo un parón en su carrera para cumplir su sueño: trabajar en un despacho de diseño de rascacielos en Sydney. La aventurera aterrizó en agosto en Australia pero se topó de bruces con el departamento de Inmigración.

El Gobierno impone numerosas trabas a los empresarios para contratar extranjeros. Pasaban las semanas sin noticias de su empleo y Vanessa decidió tomárselo con filosofía. Así que se enfundó el traje de neopreno, agarró la tabla y se trasladó a vivir a Bondi Beach, la playa preferida de los surferos. «Let's go surffing!», dice.

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