lunes, 19 de septiembre de 2011

No te aflijas, Haraz (2004)

No te aflijas, Haraz (2004)


Traducción al español de "Non te aflixas, Harazt" (2004)

Por Enrique Vázquez Pita

(Texto íntegro)

Publicado en versión en gallego con el título "Viaxe a Irán" na Revista Buxola, número 0, en 2004.

También, en el blog http://evpitabooks.blogspot.com/2010/08/non-te-aflixas-haraz.html

NO TE AFLIJAS, HARAZ

En verdad, el taxista del Paykans circuló a gran velocidad por las zonas urbanas, sorteando en zig-zag a otros destartalados vehículos.

Apareció en la carretera por los lugares más inesperados y mantuvo el ritmo hasta que el vehículo o frenaba o esquivaba a los demás usuarios con una maniobra peligrosa.

Otras veces, las motos con tres personas-el piloto, su esposa y un hijo- sorteaban el tráfico denso en la dirección opuesta desde el centro de Shiraz. A veces, los autobuses urbanos, embestían contra el taxi pero en el último segundo variaba su rumbo con un brusca maniobra. Siempre en el último segundo, el autobús que venía directamente de su derecha viraba y eludía al otro coche. Con razón este es el país con más accidentes mortales en el mundo, pero es inexplicable que no haya más.

El taxi en el que yo viajaba era un destartalado Paykans blanco, similar a los dos millones de automóviles de la marca nacional que circulan por Teherán. Recordaba al viejo Seat 124 de los años 70.
Nuestras mochilas las llevábamos en el maletero, cuya puerta quedaba sujeta con una correa de goma y mientras las maletas asomaban por fuera.

En la radio, el conductor sintonizó la música iraní, divertida y pegadiza que recordaba al flamenco. En lugar de un muñeco de Elvis Presley, colgaba del cristal del parabrisas la imagen de un hombre barbudo y muy venerable llamado Imam Hussein. El santo lucía el pelo largo como Sandokán y sus ojos azules destelleaban. El fondo de la estampita brillaba con un verde intenso color esmeralda. Era muy querido por el pueblo. En el espejo delantero colgaba un rosario con cuentas de madera, con el que rezan los piadosos fieles del Islam.

La carrera vertiginosa finalizó en los jardines del mausoleo del poeta Hafez, en Shiraz. El taxista se negó tres veces a aceptar una propina pero los viajeros insistieron para que la aceptase de acuerdo con las costumbres del país. Uno a de aceptar una oferta a la tercera vez en que sea ofrecida. Como en España, la costumbre de pelearse en la barra por ser quien pague e invite a los demás.

En la puerta del parque del mausoleo de Hafez, los niños mendigos ofrecen sus canarios enjaulados para que el cliente tome de la pata del ave un papel que lleva escrito el destino, un mensaje que revela su futuro. Esos chicos son la excepción pues en Irán, los niños nunca piden dinero a los extranjeros. A veces, los más pillastres meten la mano en el bolsillo con ademán que robar la cartera pero no se atreven o algún adulto les llama la atención y los aparta. Los niños mendigo del parque son los mismos que venden la gasolina mientras mastican goma de banana. En este país, un litro cuesta 0,07 euros. Gracias a la subvención estatal de petróleo, millones de modelos Paykans recorren las polvorientas carreteras y caminos peligrosos que cruzan los precipicios que llevan hasta el mar Caspio.

A la entrada del parque también hay vendedores ambulantes de frutas como el melón. Pero lo más sabroso es el pan, el pan crugiente con una forma similar a la torta pita de la India con sabor a ajo y perejil. Es fácil de partir con las manos y su sabor es delicioso, incluso cuando hace calor.

En el Mauseleo de Hafez, pasando por el río seco y las casas de adobe, aún resuenan los poemas que escribió el insigne poeta hace siglos: "No te aflijas, Hazrat", palabras que parecen asemejarse a un llanto que invade otros países. En el ataúd de piedra de Hafez, siempre hay rosas.

Dado el fuerte sol, lo más apetecible al mediodía es beber un té en los salones al aire libre del parque, situados en un fresco patio con árboles frondosos que tapan el enrejado. Los huéspedes pueden permanecer en hamacas alfombradas con los pies descalzos. Las bebidas calientes y azucaradas ayudan a combatir el calor e invitan a la conversación.

A continuación, beber té tumbado o sentado con las piernas cruzadas en una cama alfombrada se convierte en uno de esos momentos de relajación del día, junto con la alegre música que suena en salones de té del mausoleo de Hafez.

Entre los clientes, figuran las alumnas de una escuela que piden una pizza (sin queso, parece que estamos en los EE.UU.). También comparten el patio un grupo de turistas franceses. Las damas forasteras cubren cabeza con un paño, según los preceptos del país ... pero le aportan un toque de elegancia con un pañuelo de color rosa o amarillo. Una viajera insinúa un mechón de su cabello caoba, que se presenta como un misterio bajo la tela. Es realmente extraño para un occidental no poder ver el cabello de las mujeres. Es entonces cuando se dan cuenta de lo valiosa que puede ser una mirada y el mensaje que puede transmitir unos ojos.

La visita a las salas de té no estaría completa sin fumar un narguile o pipa de agua con sabores variados del tabaco, entre ellos de rosas, de limón, o Coca-Cola, conocida en Irán como ZIPI Pam. Con un té y un narguile, el día va mucho mejor. Sólo quedaba un plato de arroz con especias y barbacoa de pollo para disfrutar de una buena tarde.

Después de la visita al mauselo, es buena idea pasear hasta la Mezquita de los espejos, cuyos diminutos cristales recubren las paredes y cúpulas. Los turistas infieles pueden sentarse en el templo descalzos, pisando decoradas alfombras. Allí los creyentes toman una piedra de barro cuadrada (con el nombre de Alá escrito) y la posan en la frente cuando están arrodillados y rezan. Los visitantes no están autorizados a fotografiar el interior, pero nada impide tomar notas y bocetos, o pintar el interior con trazos de bolígrafo. El silencio es la única compañía, junto con el Corán. Fuera en el patio, se escucha el fluir del agua de las fuentes o el murmullo del viento que mece los árboles.

Para llegar al parque del poeta Hafez, hay que cruzar un pequeño bosque, donde las familias hacen picnic, una arraigada costumbre iraní. Sentados en la hierba, en torno a una alfombra y una gran tetera de latón, los hombres preparan el té. Las mujeres sentadas miran el paisaje, todas cubiertas de cabeza a los pies con un chador negro. Otros cubren la cara con la mano.

Los viajeros continúan su ruta por el bazar de Kerman. El olor inconfundible de las especias recuerda a los mercados de Estambul o Marruecos: pimienta, té, azafrán y frutos secos como el pistacho. Estas mercancías se exponen en los puestecillos de la calle y los empresarios retiran una ración con la paleta y la pesan. Los precios no están marcados y uno sueña con comprar gangas. Los bazares son, en realidad, grandes centros comerciales de origen medieval en los que pululan miles de clientes bajo una escasa iluminación. Es fácil toparse con jóvenes se ocupan de los automóviles, otros que acarrean productos básicos o un mulá que camina hacia la mezquita.

En las tiendas, las mujeres pueden encontrar bufandas para cubrir sus cabelleras con los más variados colores: de amarillo a lila. En las alfombras, los motivos tradicionales son las figuras geométricas con imágenes del chiíta Imán Hussein, o algo más moderno como los diseños occidentales de personajes animados de Walt Disney . No faltan las camisetas de la selección nacional de Irán, así como otros clubes. Banderines de equipos de todo el mundo adornan las tiendas. Las bandejas de metal plateado, los juegos de ajedrez o las cajas de madera y marfil decoradas con escenas de caza completan la oferta.

La visita a Kerman no quedaría completa sin una excursión a Persépolis, cuando el sol cae y no aprieta. Justo en ese momento. Un microbús viaja durantre una hora por los pueblos destartalados de Kerman hasta una polvorienta planicie sobre la que destaba un montículo pétreo con una escalinata. Es el palacio de Darío, destruido e incendiado por el macedonio Alejandro Magno. Las enormes estatuas de leones, águilas y barbudo dan la bienvenida al visitante al igual que, en su tiempo, saludaron a los embajadores de civilizaciones remotas que venían a rendir homenaje a Darío. Las altas columnas dan una idea del monumental palacio del Rey de Reyes. En la montaña está cavaba su tumba.

Cae la noche y el sol ilumina el mausoelo pétreo de los reyes persas. Cerca de allí, un pastor de ovejas camina por las praderas que sus abuelos ganaron al desierto. La paz sea con vosotros.

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