Ocio en Irlanda (Fugas, La Voz de Galicia - 30/4/2010 )
Publicado en La Voz de Galicia , suplemento Fugas, 30/4/2010
Fotos de Martina Miser
http://www.lavozdegalicia.es
Enlace al texto:
http://reportajesdeevazquezpita.blogspot.com/2011/09/101-ideas-para-disfrutar-gratis-de.html
101 ideas para disfrutar gratis de Dublín y buscar buenas gangas
La capital del río Liffey ofrece visitas guiadas a pie sin pagar, museos de entrada libre y ecotaxis por la voluntad
Autor:
E. VÁZQUEZ PITA
Primera lección sobre Dublín: mire a la derecha antes de cruzar. La frase «Look right» escrita en el suelo de los pasos de cebra advierte de que los vehículos circulan en sentido contrario. Segunda lección: todos le contarán que han visto pasar en su coche a Bono, el cantante de U2, o que coincidieron con el actor Pierce Brosnan en un pub.
Al igual que en Galicia, la ciudad descrita por Joyce adora la cultura del tapeo. Lo que asombra de la capital de Irlanda es su ambiente joven, cosmopolita y universitario. «Aquí nadie te mira por tus pintas raras», dice un residente. Las chicas visten arregladas para tomar una pinta por el bullicioso Temple Bar. Por contra, los hombres salen en camiseta y vaqueros.
Otro atractivo de la urbe bañada por el río Liffey es que el turista puede hacer 101 cosas gratis, entre ellas navegar en barcaza. La lista de 10 Free Things difundida por la oficina de turismo de Irlanda ( http://www.visitdublin.com ) propone a los turistas descargar de Internet los iWalk, archivos MP3 con una explicación sonora del itinerario, y oírlos en su reproductor mientras camina.
El forastero puede sumarse a un tour gratuito a pie con Neweuropetours.com. Los guías son voluntarios, visten un chaleco rojo, hablan español y salen de la plaza del City Hall, junto al Dublin Castle. Ese es el kilómetro cero, el corazón del Pantano Negro, como lo bautizaron los vikingos. Al terminar el recorrido de tres horas, los guías pasan la gorra, pero las divertidas anécdotas históricas que relatan merecen la propina. Por ejemplo, una vez 19 irlandeses tomaron el Ayuntamiento y declararon la independencia y casi conquistan el castillo. Huyeron al verlo vacío porque temían una trampa. En realidad, era domingo y los ingleses se habían ido a las carreras de caballos. Un detalle: la puerta del fortín está coronada por la estatua de la Justicia británica, de espaldas al pueblo, sin venda, mirando la espada y con la balanza inclinada. La torre guarda un secreto: allí fue encerrado el hijo del jefe de un clan gaélico. Los ingleses le pusieron de cebo vino gratis en un barco. Ya habrá deducido que los nativos sienten especial cariño por sus vecinos. Otro tema de charla y debates sin fin: la cerveza, ¿negra o rubia?
En la misma plaza del City Hall, frente a la tapería Salamanca, verá aparcadas una docena de bicis que se pueden alquilar a partir de medio euro (y 150 de fianza) para recorrer las llanas calles, aunque el barrio moderno de las Docklands es de los pocos con carril bici. Otra novedad en Dublín son los ecotaxis (Eco Cab), versión moderna de los rickshaws de la India. Los carreteros que pedalean están contratados y hacen la carrera gratis para dos pasajeros, que solo pagan la voluntad.
Otra oferta es el Early Bird, similar a la happy hour inglesa. Entre las cinco y las seis de la tarde, muchos restaurantes, como la taberna internacional Gruel, dan dos menús al precio de uno. Es tentador para el bolsillo, pero ¿qué estómago latino tolera cenar tan temprano?
La entrada a ocho museos es gratuita. Recomendable la National Gallery, con algún Picasso y otras obras valiosas. En un lateral del parque de St. Stephen?s Green, los artistas callejeros exponen sus cuadros al aire libre. Ojo con las pinturas copiadas de fotos, pues son lenguajes distintos.
Con la crisis económica, Dublín es ciudad de gangas. Son baratos los grandes almacenes Penneys (Primark) de Henry Street (la calle tiene plantado un pincho de acero de 100 metros de altura). En un lateral, verá un mercado de fruta a buen precio. Si prefiere bocadillos sanos y caseros pase por el Organic Food Market, cerca del mercadillo de libros del Temple Bar. Con todo lo ahorrado, lleve a los niños a ver los duendecillos del museo Leprechaun.
LAS MOMIAS DE TOM Y JERRY
Misteriosa cripta de la Christ Church. Dublín es una ciudad católica que estuvo dominada durante 700 años por Inglaterra. Es un crisol de la cultura celta (del norte de España, que dejó el gaélico), vikinga, normanda y sajona. Toda esa historia queda recogida en la cripta de la Christ Church. En una tumba aparecieron un gato y un ratón momificados.
Todo Dublín
en cinco horas
y 8.000 pasos
El coruñés Javier Berrocal guió a La Voz a pie por pubs, mercadillos y parques que todo visitante novel debe conocer.
El lema de Dublín es «Having the craig!» (pasátelo bien). Con esa filosofía, Javier Berrocal, un informático coruñés de 27 años
que trabaja en Dublín y escribe el blog Más Guinness por favor!!!,
hizo de guía para La Voz durante cinco horas a pie. Por suerte, la ciudad es llana.
El itinerario arranca del Trinity College, donde estudiaron Swift (Gulliver) o Bram Stoker (Drácula). Tras pasar por la estatuade Molly Malone, Javier se sumerge en la bulliciosa calle de tiendas Grafton, animada por guitarristas callejeros. Pasa de largo por el escaparate de Bewleys y sus tentadoras muffins (magdalenas) y ataja por la glamurosa calle Wicklow (Hermes o Louis Vuitton). Entra en el mercadillo St. George Arcade Market y rebusca ofertas entre los vinilos de U2 y Rolling Stones.
Cerca, en el Powerscourt Tower Center, los dublineses desayunan rodeados de tiendas de diamantes y joyas de 12.000 euros.
Parada obligatoria en el Café en Seine, de lujoso decorado art-decó. Un camarero madrileño sirve un capuchino a tres euros. «Llegué aquí y un mes después leí: “Recesión”. El gallego es mucho de decir que si la cosa está chunga, cojo la mochila y me largo», comenta Javier. Opina que los irlandeses son «muy afables, medio sajones, medio latinos». Cerca está el Sansara, un glamuroso cóctellounge, y el Dawson Lounge, el pub más pequeño de Dublín, al que se baja por unos estrechos escalones.
Parada de descanso en el césped del St. Stephen’s Green Park para disfrutar de los finos rayos solares y oír a un músico callejero que toca un óvalo metálico celta que genera sonidos zen. Tras cruzar el barrio
georgiano, con sus puertas de colores y clubes privados nocturnos («Krystle es el más pijo, hay colas»), Javier pasea por el relajante Gran Canal. La ruta de 8.000 pasos termina en Jo’Burgers, con sus hamburguesas
gigantes, y en una licorería que vende albariño. El regreso al centro, en el tranvía Luas.
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