"Aires de cambio en Irán" (2002)
Fecha de publicación: 8 de septiembre del 2002
La Voz de Galicia / Suplemento: Los domingos de La Voz
Autor: E.V.Pita
Texto original en:
http://reportajesdeevazquezpita.blogspot.com/2013/09/aires-de-cambio-en-iran-2003.html
Un país en el Eje del Mal
Aires de cambio en Irán
"No te aflijas, Hazrat". Los versos del poeta Hafez, escritos en Shiraz hace seis siglos, describen la situación de angustia que viven 70 millones de iraníes. La República Islámica de Irán ha sido incluida por Estados Unidos en el Eje del Mal, junto a Irak y Corea del Norte, bajo la sospecha de financiar el terrorismo contra Occidente. ¿Está la mano del gobierno chiíta detrás de la masacre del 11-S? Es dudoso.
Año 2002. A lo largo de todo el país, se suman voces que reclaman un cambio democrático y una mejora de su economía. Ya nadie oculta su malestar a nivel privado por la opresión religiosa. Otros se lo toman a rechifla y burlan la ley como pueden. Pero aún hay silencio y miedo. Un taxista de la montañosa Tabrik, al pasar junto a un cartel propagandístico del ayatolá Jomeini próximo a un aeropuerto militar, simula con la mano un avión en picado. "Así nos va con éstos", exclama indignado. En un restaurante del Mar Caspio, M., un empleado de hostelería de Teherán, reclama la separación del clero y el Estado. "Trabajo puriempleado día y noche y ellos me prometen el paraíso... en la otra via", bromea.
La república es dirigida por el presidente liberal y reformista Mohammed Jatami, cuyo retrato adorna junto a Jomeini y Jamenei la pared de todos los ultramarinos de Teherán, Shiraz o Tabriz. Es la esperanza de muchos jóvenes. Tiene cara de tipo simpático. Tras tres años, Jatami sigue sin poder aplicar sus promesas de libertad dentro de su idea de democracia religiosa. La semana pasada presentó su plan para aumentar sus poderes ejecutivos en un pulso con el Consejo de Guardianes de la Revolución, su rival político. "El clero tiene atado de pies y manos la presidente Jatamí", lamenta A., un profesor de gimnasia, que rompe su silencio en la cumbre del Sabalán, un volcán sagrado de la región azerbayana de Irán, meta de peregrinos musulmanes que, a 4.800 metros de altitud, se sienten más cerca de lo espiritual. El padre de A. fue muhla en tiempos del Sha pero, tras la revolución, abandonó desencantado el oficio religioso. "Aún así, las cosas han mejorado en veinte años", admite Amir. La autosatisfación con que los líderes religiosos caminan por las calles de Tabriz o Shiraz revela que son los únicos contentos en este país. El resto protesta por llenar el depósito del Paykans -marca nacional similar al Seat 132-, modelo del que circulan dos millones de unidades en Teherán, sale cada día más caro. Cada vez se ven más niños vendiendo chicles de plátano en las gasolineras donde un litro ya cuesta 500 riales (0,1 euros).
Lo que el visitante se encuentra es una población refinada y amable, que juega al ajedrez en los parques y que elogia a Raúl del Real Madrid, equipo al que siguen por el canal público que emite fútbol las 24 horas. Y el cine iraní, tan aburrido como el francés, sigue la normativa Dogma europea. El último estreno en Teherán aborda la historia de una agente cubierta con el obligado pañuelo que libera a punta de pistola un avión secuestrado. En un autobús regular - previamente bendecido por un santero antes de iniciar el viaje- los viajeros con insomnio puede seguir en la pantalla de vídeo un interesante filme sobre el juicio a una esposa acusada falsamente de adulterio. Sale inocente pero el amante la rechaza. En otra película, un hippy abandona la caótica Teherán e inicia una nueva vida en un rancho donde conoce a su futura esposa. Más propio del cine de acción de Hollywood que de la imagen de fanatismo que aparece por televisión [occidental].
El nivel de vida es superior a Marruecos y cercano a Turquía. El modelo de los ciudadanos es Europa o los ricos Emiratos Arabes Unidos. Quizás, el delito del régimen de los ayatolás fue nacionalizar la industria petrolera tras la revolución de 1979 que derrocó al Sha. Ha crecido una generación, marcada por 10 años de guerra con Irak, y el consejo de los muhlas, apoyado por la clase media del bazar, accede a lentos cambios. El país del chador y las alfombras podría pasar por una granja de los Amish: sin drogas, sin alcohol, ni juego, música o pornografía. La población hace vida familiar, conduce su destartalado Paykans, gusta de hacer picnic en las medianeras de las autovías y, además del té rojo con cardamomo, bebe Coca-Cola original y Pipi Zam Zam, un sucedáneo de Pepsi. Uno tiene la sensación de haber regresado a la España de mantón y peineta de 1959.
"El poder de la mujer iraní es tal que si se pusieran de acuerdo un día, todas se quitarían el chador", dice una estudiante de Medicina de Ispahán. ¿Y por qué no lo hacen? De momento, estas suben resignadas a la parte posterior del bus, reservada para las mujeres. Mejor, la zona masculina va más atestada que una lata de sardinas. Otras conducen su Renault 5, acuden solas a las teterías a fumar en el narguile, oyen música en directo en locales de moda o incluso se citan con chicos. Incluso las parejas demuestran en público más afecto que en una céntrica calle centroeuropea, e incluso se ve algún beso en la mejilla.
A. debe ser el chófer más prudente de Irán, un país donde los conductores y peatones ignoran las normas de tráfico. Circulan en sentido contrario para adelantar, los camiones rebasan a los turismos, los motoristas sin casco hacen giros inesperados y los peatones cruzan tan campantes las vallas de las autovías o se ponen a comer en la medianera. Y esto no ocurre solo en el caótico Teherán sino en el pueblo más remoto de la desértica Yadz o de Tabriz. Al volante, los iraníes se sienten libres... bajo la mirada omnipresente del imán Jomeini.
El mensaje de la población sobre la división de poderes no parece haber calado en un comité clerical, anclado en la ciudad santa de Quom, que el pasado mes cerró varios periódicos con una ley que el Sha aplicaba al gamberrismo.
El turista que sale del país tiene la sensación de que cualquier día la población va a estallar.
SOCIEDAD EN EBULLICIÓN
Una jaula de oroUn vendedor de pipas sonríe a los turistas. Mucha gente de la clase media apoyó la revolución y ahora teme que el turismo se hunda si Estados Unidos ataca a Irak. Un vendedor resume así la belleza de la ciudad de palacios y puentes de Ispahán: "El país ha mejorado, pero vivimos en una jaula de oro".
Música occidentalLa música - salvo la tradicional- se echa de menos en Irán pero los éxitos disco de Gloria Steffan o Mariah Carey circulan clandestinamente de mano en mano. Y el descaro es tal que las tiendas de electrónica de Teherán o Tabriz ofertan n combo de CD o DVD, eso sí, a precios de importación.
ProhibicionesLa religión lo regula todo salvo el tráfico. Eso no impide que algunos ciudadanos de Ispahán ignoren a las autoridades y echen una partidita de cartas mientras hacen picnic en la plaza de la Revolución. Menos suerte han tenido otra pandilla de adolescentes, cacheados a la orilla del río por dos agentes.
El ajedrez estuvo poscrito hasta hace cinco años y ahora los parques de Teherán están repletos de jugadores.
Cambios evidentesLos cambios se aprecian al margen de la vida oficial. En las ruinas de Persépolis, las hijas de unos emigrantes en Berlín se cubren a regañadientes con un pañuelo verde marujita. Como el calor asfixia, una de ellas se desabrocha la gabardina y deja entrever un top. Nada que ver con el riguroso chador. En la imagen, en Ispahán, hombres y mujeres comparten su ocio.
La revolución femeninaLa mujer protagoniza poco a poco su revolución. Sólo las mujeres mayores miran con temor a los extraños, las jóvenes tienen curiosidad por los visitantes y toman la iniciativa. Según el Iran Daily, "además de cumplir con sus deberes de madres y esposas, las mujeres iraníes son activas en educación, industria, artes y ciencias".