El Camino de Santiago: etapa de Palas de Rei a Arzúa
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Jubilados voluntarios madrugan para abrir iglesias y sellar credenciales
Peregrinos «emigran» a las rutas del Norte para disfrutar de un entorno sin turistas
Texto: E. V. Pita
Publicado en La Voz de Galicia 29 de Marzo de 2018
Noche tranquila en una cápsula japonesa. Cuatro días después de salir de O Cebreiro, ni un minuto perdido con las redes sociales. Si caminas no puedes cotillear en Facebook o Instagram. Algunas luces de móviles parpadean en las literas, pero a las 7.00 horas salen los primeros mochileros del albergue Zendoira. La ruta de Palas de Rei a Arzúa tiene fama de rompepiernas por subir y bajar colinas a lo largo de 29,5 kilómetros. La buena noticia es que, con el cambio de hora, hay más luz. Las plantas de los pies están doloridas, hay agujetas y molesta andar con calcetines empapados. Las botas siguen húmedas, pese a dejarlas en la calefacción con papeles de periódico dentro. [Toda la información del Camino en la red social Vive Camino] Son las 8.30 horas, y los peregrinos Fernando Márquez y Fernando Mambrona salen de desayunar frente al Ayuntamiento de Palas. Durmieron en el albergue de la Xunta, que aún conserva el logotipo del Pelegrín del Xacobeo 93. Esa mañana, hubo un apagón y se vistieron a oscuras. Hacen el Camino Primitivo, que confluye en esta villa, mientras que el del Norte sale en Melide. La pasada tarde los pilló la borrasca en el sendero primitivo, que se inundó, y se desviaron a ciegas por una carretera hasta Palas. Ellos prefieren salir desde Oviedo para disfrutar de la tranquilidad de sentarse en una terraza. Al Camino Francés lo tachan de «destino vacacional». Márquez hizo el del Norte en bicicleta, la Ruta de la Plata y el Francés dos veces, saliendo de Somport, a plazos. «Cambias de estar todo el día en el trabajo y conoces a otra gente», añade. «Vemos este verde y alucinamos», resalta Mambrona.
Solo llovizna. La senda transcurre entre robledales y con cruces por carretera. Hay un botón para activar una señal de precaución para peatones pero no funciona. En San Xiao do Camiño, rehabilitan casas. Su iglesia está abierta a las 9.30 horas y, dentro, un paisano mayor sella las credenciales. Es sorprendente porque solo estaban abiertos el santuario de O Cebreiro, Triacastela y Barbadelo. El Obispado de Lugo planea abrir los templos de las aldeas en Semana Santa. El hombre de los sellos se llama Manuel Quintero. Trabajó en varios oficios, y es el más destacable el de constructor, pero una deuda lo dejó en dique seco. Ahora es el voluntario de Palas de Rei y viene en coche a abrir la iglesia románica con una pila bautismal del siglo XII porque es el único sitio para sellar en este tramo. Los peregrinos dejan donativos, agradecidos. Quintero madruga a las 8 de la mañana y a las 6 en verano para abrir. Se va al comer. «Estou facendo algo importante: levo dez anos poñendo selos. En Palas tiñan necesidade dunha persoa para atender isto fóra dos seus horarios», dice. Y añade: «A miña vida foi preciosa, teño netos, pero tamén hai que subsistir».
Continúa la ruta por senderos embarrados, gándaras, eucaliptales y un tramo de la futura autovía de Santiago a Lugo. Una veintena de ciclistas portugueses pasan a toda mecha, como si hiciesen motocrós, saltando por los charcos y animando a los romeros con un «¡Buen Camino!». Al poco pasan unos colegiales con la música de estilo trap a tope y coreando letras machistas.
En Leboreiro se vuelve a respirar toda la magia medieval del Camino. Además de tenerla bien conservada, han colocado bancos verdes para los peregrinos, a quienes les impresiona un cabazo frente a la iglesia. Dos vecinos mayores aclaran que su aldea no es que sea bonita, «sino antigua». La mexicana Paula Mendiata: «Es como caminar por un río seco». Pasado un polígono industrial y una chatarrería, retrocedemos al Medievo en el puente del río Furelos, en la entrada de Melide. Hay casas rehabilitadas que conviven con el hormigón. La iglesia abre.
En Melide hay feria y bullicio. Un menú del peregrino ofrece pizza y kebab a 9,5 euros. Muchos extranjeros querían comer pulpo en Melide, pero no entran en los bares y siguen deprisa hacia Arzúa. Hay una especie de locura colectiva que impulsa a no parar de andar y que recuerda al personaje de comedia Forrest Gump o a una cinta transportadora de gimnasio. Así que, salvo tres chicas de oro norteamericanas que miran escaparates, los demás pasan de largo de la villa. El último tramo de interés de esta ruta es el kilómetro 50. Hay que cruzar un río saltando por grandes rocas y luego atravesar un bosque donde parece como si los robles luchasen con sus ramas para impedir que los eucaliptos invadan la corredoira. Algunos peregrinos se alojan en el albergue de la Xunta de Ribadiso, inaugurado en el Xacobeo 93, para ahorrarse la subida a Arzúa.
Etapa 5 - De Palas de Rei a Arzúa
LO MEJOR 1. Leboreiro. Famoso por su cabazo (hórreo de mimbre) y su puente, la aldea se esfuerza por guardar la estética. 2. Paso de río con piedras. En el kilómetro 50 hay un paso de piedra en un bosque de cuento. 3. Variedad de hórreos. En este tramo hay gran variedad de silos de grano. Destacan los de madera pintada de colores.
LO PEOR 1. Entrada en Melide. La llegada a la villa transcurre por un descampado con farolas y vistas a las traseras de edificios. 2. Publicidad. Pegada en árboles, sobre carros de labranza o en remolques. 3. No dan tiques. Muchos negocios del Camino no dan recibos si no se les pide.
Enseñando a decir «lluvia» en un escenario «mágico»
Lisa Beisenköetter es una profesora alemana que muestra la ruta a sus alumnasVer link original:
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Texto: E. V. PITA
Publicado en La Voz de Galicia el 29/03/2018
Una maestra y sus cuatro alumnas adolescentes cantan alegres canciones que recuerdan a la banda sonora de Sonrisas y lágrimas en una mesa de O Fogar do Camiñante, pasado el kilómetro 61 de la ruta a Santiago. El bar cuelga un cartel con forma de botafumeiro en el que ofrece menú-desayuno del peregrino a 3,20 euros, incluida la tortilla con beicon.El dueño inauguró el bar el jueves previo a la Semana Santa. Tenía un mesón en Lugo, pero, tras diez años de actividad no pudo pagar el alquiler y apostó por mudarse a un lugar con grandes oportunidades de negocio: el Camino. No lo dudó cuando le ofrecieron una casa a medio camino entre Palas de Rei y Melide. Ahí se concentran tres bares. El hostelero regala botellines de agua a los romeros que van a comprarla, porque él también fue peregrino.
Entre sus clientes más madrugadores estaban aquella profesora y sus escolares. Lisa Beisenköetter hizo el Camino desde Francia hace dos años y medio y ahí vio a un grupo de maestros y estudiantes. Ella estaba en su fase de formación profesional y pensó: «Vale, yo tengo que hacer esto algún día con mis alumnos».Entretanto, viajó a Tanzania, aprendió suajili y casi se olvida del español. Regresó a Alemania. Llegó un día a las cinco de la tarde y pidió a sus padres un deseo especial: «Les dije que me hiciesen un desayuno con montaditos». Lisa adora las panaderías alemanas, siempre repletas de variedad, y lo que más le gusta desayunar son unos panecillos de semillas que se untan con mil sabores, como el queso con nueces. Otros germanos dicen lo mismo. Durante su etapa en el Camino echa de menos esos bocadillos del desayuno tanto como el español que viaja al extranjero añora la tortilla de patatas y el jamón serrano.
Finalmente, Lisa se convirtió en profesora de español en un colegio de Münster, en el norte de Alemania, y convenció a un joven docente de Religión de que la acompañara: «Y aquí estamos». Sus clases son muy colaborativas y cuatro adolescentes se animaron a hacer el viaje y ayudaron a su maestra a organizar la ruta para abrazar al Apóstol a la vez que aprenden español.«Organizamos todo juntas: las chicas buscaron qué parte del Camino querían hacer y cómo llegar y dónde dormir», explica. Empezaron desde Sarria y, durante la caminata, se les unió otro compañero mayor y su esposa. Para hacer más apasionante el aprendizaje salieron sin reservar alojamiento, con la incógnita de dónde dormir cada noche. «Somos un grupo pequeño, no es difícil», afirma. Cuando lleguen a Santiago quieren aprovechar el tiempo libre para ver alguna procesión de Semana Santa. Entre las nuevas palabras que aprendieron las niñas en esta etapa figura lluvia. Les sorprendió el temporal, pero van más despacio para descansar. Para darse ánimo en la ruta, cantan. Lisa siente pena de las casas en ruinas que ha visto desde Sarria, pero resalta que «estos pasajes tan antiguos tienen su atractivo porque parecen mágicos, sacados de los cuentos de hadas». Más tarde, una de las alumnas comenta en español: «Me gusta el Camino... sin lluvia».
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