jueves, 5 de abril de 2018

Camino de Santiago: etapa de O Cebreiro a Triacastela

Camino de Santiago: etapa de O Cebreiro a Triacastela

«Nadie vendería su casa ni por un millón»
La hospedería de O Cebreiro tiene completas sus camas para los meses de mayo y junio

Texto: E. V. PITA
O CEBREIRO

 Publicado en La Voz de Galicia el día 25/03/2018

Link original: https://www.lavozdegalicia.es/noticia/galicia/2018/03/25/venderia-casa-millon/0003_201803G25P4991.htm

Una gran nevada obligó ayer a cerrar negocios en O Cebreiro, retrasar entierros, hubo problemas de tráfico en toda la montaña de Lugo, los quitanieves abrieron paso a los veterinarios y en Rubiáns, en Pedrafita, rescataron a dos hermanos y a un niño pequeño en un coche bloqueado.Un bus de línea de Santiago a Barcelona se detiene ante la gasolinera de Pedrafita (1.088 habitantes), bajo 40 centímetros de nieve. Descartado subir a pie los cuatro kilómetros en un desnivel de 180 metros hasta la aldea de O Cebreiro, punto de partida del Camino Francés en Os Ancares de Galicia. En el bar La Ruta, dos peregrinos italianos piden un café para entrar en calor. Pegado a la ventana hay un cartel con el número de teléfono del taxi. «Teño o coche aparcado fóra polo da neve, pero xa vou», dice el chófer. A los pocos minutos aparece y se suben dos peregrinas de Vigo que acuerdan compartir taxi por diez euros con otro pasajero. «Hacía años que no veía esto», dice una de las viajeras, que retornó de Suiza. El taxista Fermín advierte: «O Camiño está pechado, con neve nunca sabes onde vas meter o pé, podes caer nun burato. Inda peor se chove e hai xeo. É mellor ir pola estrada».

 Un manto blanco cubre los tejados de paja y pizarra de la aldea prerromana de O Cebreiro y su hórreo. Hay placas de hielo resbaladizas. Parece un pueblo de cuento de hadas, o de Invernalia en Juego de Tronos, con témpanos colgando sobre las ventanas de sus casas circulares. «Está de postal», dice con alborozo una recién llegada, que se saca un selfi ante el valle de Valcarce. Duelen las manos del frío.En el santuario románico del siglo IX de O Cebreiro, el párroco ofició la última misa y vende por dos euros la credencial para acreditar la ruta jacobea. En una estancia destaca una gran pila bautismal y, al fondo, un copón metálico que, según dicen, es el Santo Grial, la leyenda artúrica sobre la copa de la que bebió Cristo en la última cena.

La encargada de sellar, Marta Castro, cuenta que «hace unos días vi a unos coreanos salir del albergue con chanclas y caminando sobre la nieve. Decían que sentían frescor en sus pies cocidos». «Los coreanos salen a caminar entre la nieve en chanclas», cuentan en el santuario Fuera se oyen risas y una chica americana se lanza entusiasmada sobre un plástico a modo de trineo por la nieve en un pueblo vacío. El bullicio está en la taberna de la posada de la hospedería de San Giraldo de Aurillac al calor de la chimenea de leña. Los americanos entran a cenar a las 19.30 horas. Una pareja alemana come sentada al calor de la lareira y brinda con vino. El menú del peregrino cuesta 10 euros e incluye caldo y sopa, filetes o huevos y el queso con membrillo. Los extranjeros eligen casi todos macarrones con «tomato y fromage». Un telediario nacional muestra imágenes de O Cebreiro nevado y las encargadas de la posada se reconocen en la tele.

 A lo largo de la tarde, la hospedería recibe llamadas de clientes que quieren reservar pero mayo ya está ocupado, junio también y algo del verano. El hostal se ha modernizado y tiene las reservas informatizadas. «Hai tanto negocio que faltan camas, pero na aldea xa non se pode construír e ningunha das tres familias vendería a súa casa nin por un millón de euros. Unha escritora vendeu a súa casa de Londres para vir aquí pero non atopou nada porque ninguén deixa o fogar dos seus pais e avós».

Transporte de mochilas
Le llaman El Rubio y es el taxista más solicitado de O Cebreiro. El transporte del equipaje en taxi se ha convertido en la clave para hacer un «buen camino». El plan es que un chófer traslade la mochila hasta el bar O Peregrino, en Triacastela.
 El propio establecimiento ofrecía este servicio pero renunció ante la competencia de los propios taxistas, que aprovechan sus viajes para llevar carga, y de una web llamada Xacotrans. El peregrino debe rellenar un sobre con sus datos, pagar 5 euros y al llegar a su destino, por la tarde, recoge el equipaje. Para la marcha solo lleva una bolsa con la comida. «O Camiño dá moita vida a esta zona»José do Seixo, panadero de O Cebreiro


El panadero José do Seixo es de los madrugadores y llega con su furgoneta de reparto a las 9.00 horas a la posada de la hospedería de San Giraldo, donde desayunan los peregrinos un café con tostadas de bolla antes de iniciar una nueva jornada. José tiene una panadería familiar a cuatro kilómetros de O Cebreiro y, pese a la nieve, nunca falta a su reparto de bollas de pan que mete en una bolsa. Un día normal consiste en hacer repartos por la zona incluso con mal tiempo. «Hai días complicados. Cando hai neve tes que adaptarte ao que hai. Uns días son máis complicados que outros», dice.El repartidor no está de acuerdo con que la vida en estas montañas esté tan congelada como parece. «Isto é o Camiño de Santiago, que é o que máis vida dá a esta zona. Neste tempo hai menos xente, pero agora cando empece a moverse isto xa será outra cousa», dice.El profesional cree que la peregrinación cada vez va a más. «Cada ano vai medrando a xente do camiño, dende hai uns anos atrás veñen máis camiñantes», dice antes de continuar su reparto.

Paisajes nevados de postal arruinados por el abandono estético en las aldeas

Los vecinos lamentan la burocracia para rehabilitar sus casas y piden arreglar iglesias

Link original:
https://www.lavozdegalicia.es/noticia/galicia/2018/03/25/paisajes-nevados-postal-arruinados-abandono-estetico-aldeas/0003_201803G25P4993.htm

Marta Castro sella la credencial en el santuario de O Cebreiro y advierte de que hay que poner dos al día. Opina que el Camino Francés está perdiendo tránsito de peregrinos por Os Ancares: «El año pasado vinieron 150.000 aquí, pero creo que cada vez hay menos, porque ahora muchos pasan por el Camino Portugués». Los romeros inician su marcha por la carretera. «Ayer me hundí un metro en la nieve al buscar el albergue de la Xunta», cuenta una peregrina de Vigo. Otro que llegó desde Valcarce cuenta en el desayuno: «La Guardia Civil me desvió hacia la carretera». Hay menos de un grado de temperatura. La máquina quitanieves ya ha despejado la vía hacia el alto de San Roque. En la aldea de Liñares, pasado un taller y unas casas con portalones metálicos, es imposible alcanzar la iglesia porque está cubierta por un metro de manto blanco. Solo los perros son capaces de cruzar porque su huella es menos profunda. Un vecino que pasea con su mastín avisa: «Non hai maneira de pasar». Al intentarlo, entra agua en las botas.

Etapa 1 - De O Cebreiro a Triacastela
En San Roque se divisa ya parte de las montañas de O Courel, cuya silueta recuerda a un cráter volcánico. La ruta sigue por carretera hasta Hospital. En un cruce ladran unos perros sueltos, pero parecen mansos. Una vecina alerta desde una ventana de que el paso hasta la iglesia está bloqueado por la nieve. Pero se puede llegar. Los témpanos de hielo gotean por los arcos de piedra y la puerta está cerrada a cal y canto. Hay que salir de la pista y volver a la carretera hasta el Alto do Poio. Las máquinas excavadoras trabajan a contrarreloj para despejar la pista que conduce a unas antenas. Abajo, se divisa la aldea de Padornelo, cruzada por postes de telefonía y una torreta eléctrica. La posadera del mesón Albergue del Puerto, donde toman un café varios caminantes, llama a su manso mastín Tobi, que dormita sobre la nieve. «No Padornelo só quedan dous veciños, aquí está todo abandonado», dice. Señala hacia un acantilado desde el que se ven increíbles vistas de las montañas de Os Ancares. Al cruzar al otro lado de la carretera, se ven las de O Courel. La mesonera considera que «cada vez vienen menos peregrinos porque muchos salen desde Sarria».

 La siguiente parada es en Fonfría, en paralelo a las torretas de la luz. Algunas casas están restauradas, lo que contrasta con las paredes de bloques de finca de las naves y algunas pintadas de marrón claro. La iglesia románica ofrece una bonita estampa con vistas de postal entre montañas nevadas, pero a su lado destaca el esqueleto de hormigón de una obra parada. Un perro ladra al desprenderse la nieve de un tejado, justo antes de pasar un quad. El dueño del albergue A Reboleira, Miguel Ángel Rodríguez, lleva en el regazo a su hijo Martín y cuenta que en la aldea viven diez familias. Explica que él acaba de restaurar su casa. «Aquí todas son de pedra, pero moitas píntanas pola humidade», afirma. Dice que el problema es el laberinto burocrático para rehabilitar una vivienda rural: «Os papeis tardan un ano e medio e despois necesitas os permisos do arquitecto. A min dixéronme que as ventás non valían porque eran marróns e teñen que ser de aluminio verdes, azuis ou brancas, ou de madeira, pero aquí a madeira non aguanta este clima». Insiste en que el color marrón no tiene nada de malo.

Los arquitectos también le vetaron una puerta que da al vacío: «É que alí penso poñer unha tenda para os peregrinos» dice, y lamenta que muchas iglesias del Camino estén cerradas. La de Fonfría solo se abre a grupos que llevan un sacerdote para oficiar la misa. Antes de llegar a Biduedo, ya se puede pisar sobre la nieve y seguir el camino original. Una camarera del mesón Betularia cuenta que su familia restauró una casa rural sin subvenciones ante las «pegas» que ponía la Administración para rehabilitar. «Hay un muro caído que nadie arregla ni tampoco la iglesia más pequeña del camino. Las goteras arruinan el altar y nadie hace nada», afirma. Al llegar, por un ventanuco se ve una viga de obra clavada para proteger el altar.

Primera etapa: O Cebreiro-Triacastela, como un cuento de hadas
 Comienza el descenso a Triacastela, ya por el camino original. En el valle, se divisa una gran cantera, cerca de las cuevas de Eirós. Entonces, saltan a la vista varios ejemplos de feísmo. En vez de colocar vallas de madera, los ganaderos protegen sus prados con biondas y guardarraíles de las carreteras, quizás comprados en la chatarra. La gente escribe sobre ellos: «Buen Camino». Al fondo se ven las montañas nevadas del Oribio y los prados de Triacastela, pero las cercas de alambre de espino afean las viejas corredoiras. En Pasantes, hay un merendero de piedra con bancos rotos y un basurero. Cerca, un obradoiro arregló un vallado de piedra. La ruta acaba con los pies cansados al pasar por el centenario castiñeiro de Ramil, en un entorno cuidado. En Triacastela, a las seis no hay misa del peregrino, pese al cartel de la puerta.



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