Publicado en La Voz de Galicia, en el suplemento YES.
Sábado, 10 de septiembre de 2016
VERANO EN FLOR
Entramos en casa de Claude Monet
Excursión obligada para sacarse un selfie. Uno de los parajes más apacibles y con más tonos pastel del mundo está en el pueblecito de Giverny, a una hora y cuarto en tren desde la estación de Saint Lazaire, en París. Un shuttle espera a los pasajeros en los andenes del ferrocarril en la villa normanda de Vernon. Por 4 euros, el bus cruza el río Sena y llega hasta la villa donde el pintor impresionista Claude Monet adquirió una finca en 1883 y levantó unos jardines con nenúfares y puente japonés que luego inmortalizó en obras maestras como El estanque de Ninfeas.ADIÓS AL RUIDO
El verano es la mejor época para visitar este pequeño pueblo porque es cuando florecen los nenúfares en color blanco y rosa. Desde primera hora, una larga cola de turistas espera su turno para entrar en la casa de campo del artista francés fallecido en 1926. A pesar de ser un lugar de lo más apacible, varios comandos de cuatro militares armados con metralletas patrullan para disuadir a los terroristas de cometer atentados. Una movilización que también se ve en los lugares más turísticos de París.
Una vez dentro de los jardines de Monet, desaparecen las preocupaciones del mundanal ruido. En una burbuja de tranquilidad, el visitante se detiene a observar cómo las mariposas o las abejas liban los distintos tipos de flores en el jardín mientras a pocos metros numerosos enamorados caminan de la mano ensimismados. El cuadro de los Nenúfares simboliza un mundo apacible que efectivamente se aprecia en este jardín. En las paredes de la casa de Monet, cubierta de hiedra ornamental, destacan los cuadros de pintura japonesa en los que Monet aprendió a captar la fuerza de la naturaleza pero también su equilibrio. La restauración del mobiliario ha sido completa respecto a lo que sería una casa de fines del siglo XIX y principios del XX. Es tan realista que uno tiene la sensación de estar invadiendo los aposentos y que tropezará por los pasillos con el célebre pintor. Al asomarse a la ventana, el visitante divisa la luz y el verde y rosado de los jardines que conquistaron al artista parisino y que invitan a un selfie.
La estrella de los jardines está al otro lado de la carretera. Se trata del estanque escenario de los cuadros. En las mansas aguas flotan cientos de pequeños nenúfares sobre los que brotan flores blancas y rosas. La paz y la tranquilidad inunda el frondoso lugar, resguardado de los trigales cercanos por la sombra de altos árboles y muros de juncos, acompañado del murmullo del río. Dos jóvenes turistas asiáticos caen rendidos en un banco y un rato después la magia del bucólico lugar hace su efecto. Monet captó en sus óleos la esencia de un lugar apacible que sobrecoge.
La casa; Consta de planta baja, donde está el estudio de pintura, y la primera planta, con una zona de dormitorios.
La decoración: Obras de estilo impresionista pero también pinturas japonesas decoran el despacho de Monet, con amplios ventanales al campo.
Estanque: Lo construyó Monet y cuenta con un puente de estilo japonés.
La cocina: De alegre color está complementada con una cocina de hierro y leña, con paredes decoradas en azulejo azul y blanco y útiles de latón.
Habitaciones: Mobiliario cómodo, propio de la Belle Epoque, y adornado con pinturas de paisajes y escenas cotidianas.
El nénufar: Para llegar al estanque hay que sortear una senda de juncos y un río. Este jardín acuático dispone de barcas y árboles a cuya sombra se cobijan las parejas de enamorados.
El parisino captó en sus óleos el tono bucólico de la Belle Époque”