domingo, 25 de agosto de 2013

El cemento tira de Londres" (2013)

El cemento tira de Londres (2013)

De: E. Vázquez Pita
Publicado el 25 de agosto del 2013 en La Voz de Galicia, sección Economía
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Título: "El cemento tira de Londres"
Subtítulo: El sector de la construcción en la capital británica construye 115 edificios y tiene otros 110 en cartera

Un anuncio en el metro de Londres muestra a Angela Merkel como un ángel, porque rescató a Irlanda, Grecia, Portugal y España. Al lado, otro cartel la viste como diablesa porque impone la austeridad. La crisis es algo del sur y Londres da envidia al resto de Europa. La City es el refugio seguro para los inversores extranjeros como Catar. El efecto es visible: las grúas crecen como setas a lo largo del río Támesis. En los últimos años, un ejército de albañiles ha levantado 550 edificios, otros 115 están en obras y 110 más en proyecto, entre ellos la Central Eléctrica, que albergará 800 apartamentos, y el tubo helicoidal del Museo del Ejército del Aire.
Es evidente que Londres es el motor económico de Inglaterra pero muchos se preguntan si se trata de un espejismo y la capital del Reino Unido simplemente vive una burbuja inmobiliaria o asistimos a la traca final de las Olimpiadas del 2012.
Londres y sus 8,3 millones de habitantes facturan alrededor de 500.000 millones, el 20 % de la economía del Reino Unido. Pero ¿qué pasa en el resto del país? Cardiff, capital de Gales, Bristol o Liverpool agotaron sus cartuchos tras reconvertir sus muelles industriales en declive en zonas de recreo con museos, tiendas o edificios gubernamentales. La fiesta continúa pero estas urbes rentabilizan su pasado glorioso y las grúas ya se han ido. Un arquitecto holandés lo corrobora: «Hay muchas obras en Londres pero en el resto del país está todo parado».
La prosperidad atrae a inversores y emigrantes del sur de Europa estancado que trabajan de camareros. Otros sueñan con mudarse al centro. Una oficinista coruñesa que lleva 15 años en la capital británica, con piso propio en un barrio modesto, se ha sumado a la fiebre del ladrillo: «Estoy pensando en comprarme un apartamento de segunda mano más céntrico pero me piden 400.000 euros».
No es la única con ganas de invertir. Las grandes corporaciones acaban de abrir el centro comercial de Westfield Stradford, el mayor de Europa con 250 tiendas y 70 restaurantes. Al lado, otra empresa construye un gigantesco bloque de pisos para alojar a 40.000 estudiantes.
La colina del observatorio de Greenwich es un buen sitio para percibir cómo ha cambiado el skyline de Londres desde que en el 2000 comenzó a girar la noria London Eye. Sobresalen rascacielos icónicos como el Pepino de Norman Foster y las torres financieras de Canary Wharf. La cúpula de San Pablo asoma entre gigantes de acero y cristal.
A orillas del Támesis
Un paseo por las orillas del río Támesis equivale a meterse en una zona de obras rodeada de pubs donde los ejecutivos charlan con una pinta o un cóctel a la salida de la oficina. A veces, las fiestas se celebran en el ático, a la vista de todos. El éxito no se oculta en Londres.
En Southwark, entre el puente del Milenio, obra de Foster, y la Torre de Londres, los obreros dan los retoques a otro edificio emblemático apodado el Walkie-Talkie, cuya silueta recuerda a un móvil. En frente, en los Docklands, se extienden barrios nuevos de oficinas, centros comerciales y paseos fluviales. Hace unos años, allí solo había casas en ruinas y fábricas abandonadas. Ahora, la silueta piramidal acristalada de The Shard, el edificio más alto de la Unión Europea, inaugurado este año, atrae a miles de visitantes. Al lado, están las réplicas del galeón del pirata Drake y del teatro The Globe, donde Shakespeare estrenaba sus obras. A su vera nacen nuevos negocios como unos carritos-bar que 8 pasajeros mueven a pedales mientras un camarero les sirve cócteles.
En otras calles más céntricas, como Oxford Street o Victoria Station, las máquinas excavan agujeros enormes y los carteles anuncian edificios de diseño.
Pero quizás lo más impresionante sea Canary Warf, sus muelles están poblados de sofisticadas residencias, oficinas y marinas deportivas para yates.


Parón constructor en el resto del país

El resto de Inglaterra no se acerca ni de lejos al bum constructor de Londres pero viven del comercio y el turismo. Manchester cuenta con un activo aeropuerto internacional, gran vida nocturna, bullicio multicultural pero ni una grúa. Quizás los apariencias engañan, su universidad es puntera. Leeds si vivió una fiebre constructiva que renovó la ciudad con modernos bloques de apartamentos y oficinas .

En Newcastle florecen los nuevos puentes y palacios de congresos, y algunas grúas últiman proyectos retrasados. Lo mismo ocurre en Birmingham, la segunda ciudad del país, que hace una década levantó su gran centro comercial Bull Ring y ahora está construyendo una moderna torre de comunicaciones.

En villas históricas del país como Bath, Durham, York, Salisbury, Stradford-Upon-Avon, los pintorescos pueblos de los Costwolds o incluso Oxford y Cambridge, siguen en boga las restauraciones y las tiendas recogen los frutos. Tras recorrer Inglaterra, es evidente que la construcción tira en Londres porque va de la mano de las finanzas. Los barrios de negocio, como la City de London y la City de Westminster, donde se asientan las sedes de bancos y seguros, suman 190 proyectos de edificios (en la última década) , Southwark 50 y Camdem 64.




jueves, 22 de agosto de 2013

El carril-bici en Europa (2013)

 

Título original: "El carril-bici es negocio"

Publicado el 22 de agosto del 2013 en La Voz de Galicia, edición Vigo.
Sección de opinión: Almuerzo gratis
Link: http://www.lavozdegalicia.es/noticia/vigo/2013/08/22/carril-bici-negocio/0003_201308V22C12992.htm
Autor: E.V.Pita
Dice un proverbio holandés que lo primero que aprenden los niños de ese país es a conducir una bici con un mano y sostener un paraguas abierto con la otra. Allí circulan bicis por todos lados, como es sabido. También en Londres, donde funciona un servicio de alquiler por un barato carril-bici pintado en el asfalto. Allí, muchos inmigrantes se mantienen gracias a un nuevo empleo: conductor de carritos a pedales (rickshaws) para pasear a turistas. En el 2000, ya circulaban en Berlín y en Galicia se ha visto alguno este verano. En París, los visitantes recorren las riberas del Sena en bicis de alquiler por el carril bus, separado del tráfico por una bionda. En Bilbao, los cicloturistas pasean por una senda frente al museo Guggenheim. Gijón y Avilés han dotado a sus paseos marítimos de viales para los vehículos de dos ruedas. Y en A Coruña, el carril bici de 10 kilómetros está repleto de turistas y cruceristas que alquilan karts donde padres e hijos pedalean juntos encantados. Es un éxito gracias a emprendedores que olieron el negocio familiar que genera el carril-bici. En Oporto, las bicis llegan seguras a la playa de Matosinhos y A Guarda, Oia, Baiona, Nigrán y Cangas tienen senda de cicloturismo.
¿Y qué pasa en Vigo? Los ciclistas son unos locos que arriesgan su pellejo entre el denso tráfico de la ciudad. El Concello gastó millones en humanizar las calles, renovó los adoquines y taló árboles, pero desaprovechó la oportunidad de abrir rutas para el carril bici. Que haya muchas calles en cuesta no es excusa porque nada impide tender itinerarios llanos entre Teis y Samil, por la costa, O Calvario-Pizarro-Plaza de España o Plaza de América-Camelias-Gran Vía. Cuando los ciclistas de la Vuelta a España salgan de Vigo el lunes, se irán con la sensación de que esta es... la capital del motor.

jueves, 8 de agosto de 2013

"Los mercados de O Berbés y Cork" (2013)

"Los mercados de O Berbés y Cork" (2013)
La Voz de Galicia / edición Vigo
Publicado el 8 de agosto de 2013
Sección : Opinión ( Almuerzo gratis )


Título: "O Berbés y Cork"

Autor: E.V.Pita 

La remodelación del mercado de O Berbés ha dividido a tirios y troyanos. Unos propusieron que la plaza emulase al de San Miguel en Madrid, solución descartada, y otros a la Boquería, en las Ramblas de Barcelona. Quizás, la clave del éxito sea imitar al English Market de Cork, un puerto industrial de Irlanda con 120.000 habitantes, que ha convertido su obsoleta plaza de abastos (que se remonta a 1610 y cuyo edificio data de 1788) en un atractivo turístico. En Vigo, la antigua plaza estaba en A Laxe pero fue demolida en nombre del progreso. Salvando este obstáculo, Vigo puede copiar a Cork y atraer a los forasteros para que compren en el mercado de O Berbés.
En primer lugar, el mercado de Cork es ensalzado en los planos y mapas que regala la oficina de información turística de esa ciudad, que lo publicita como uno de los diez sitios más atractivos para visitar. Le ayuda tener puerta con St. Patrick Street, la calle más concurrida. Esta condición la cumple
 el mercado del Casco Vello, que está cerca de A Pedra, meca del crucerista.
En segundo lugar, los vendedores de Cork, como los Callagham o los O'Neill, han decorado sus puestos al estilo de principios del siglo XX, con letreros de época. Esto equivaldría a recrear fielmente la atmósfera de O Berbés en los gloriosos tiempos de las conservas Miau o La Artística. Sería una especie de parque temático sin básculas digitales ni tubos de neón. Un ambiente retro que le encantará al turista porque le gusta conocer la historia de las ciudades por las que pasa.
Y por último, los placeros de Cork han apostado por vender productos delicatesen, selectos y muy bien presentados, como decenas de tipos de quesos, pan artesano, carnes y ropa a medida que el cliente no hallará en los supermercados de barrio. Incluso los perritos calientes van aderezados con salsas, pepinos y cebolla que cobran a 4 euros. En el caso de O Berbés, su punto fuerte es el pescado.

lunes, 5 de agosto de 2013

Los mostradores desiertos, el triunfo del autopago en los supermercados británicos (2013)

  Los mostradores desiertos (2013)


Subtítulo: Los supermercados británicos se pasan el autopago y eliminan cajeros

Autor: E.V.Pita

Publicado un extracto en La Voz de Galicia el 5 de agosto del 2013

Nota: Esta es la versión ampliada del reportaje.

Link: http://media.lavozdegalicia.es/noticia/firmas/2013/08/05/mostradores-desiertos/0003_201308G5P25991.htm

Decía Napoleón que Inglaterra era un país de tenderos y la  primera ministra británica, Margareth Thatcher, estaba orgullosa de ser hija de un tendero. Pero esa imagen del pequeño colmado de Gran Bretaña atendido por un atento dependiente desaparece a pasos agigantados e incluso podría estar cambiando los hábitos de compra del consumidor europeo.
Grandes supermercados ingleses como Tesco y Sainsbury's han robotizado y automatizado hasta lo increíble sus tiendas de alimentación, la mayoría abiertas hasta medianoche, y han extendido al máximo el pago con tarjeta. Sainsbury's, tercera cadena del país con mil tiendas,  fue pionero en el autoservicio en los años 50 del siglo XX y ahora ha dado una vuelta de tuerca al eliminar la figura del cajero, imprescindible en nuestros supermercados. En los establecimientos de Sainsbury's el cliente, tras seleccionar su compra en las estanterías, tiene que dirigirse a una máquina, escanear el código de barras de sus productos en un lector láser, meterlos en la tradicional bolsa naranja de esta marca británica, imprimir su propia factura y pagar en metálico o con tarjeta en las ranuras habilitadas en esta caja automática.
A veces el sistema se estanca porque un cliente torpe o novato no entiende las instrucciones de la máquina o se lía al generar la factura con el programa informático. Pero todo está previsto y un vigilante acude de inmediato para cancelar la compra y hacer él mismo la cuenta para sacarse de en medio al cliente que interrumpe el ágil ritmo de esta especie de cadena de montaje.
Por ejemplo, en el local de Sainsbury's de la atestada estación Victoria de Londres suele haber colas de hasta veinte clientes esperando a pagar y un solo cajero. Tienen prisa porque hacen compras para su inminente viaje. La empresa ha pensado en todo y ha contratado a un encargado para repartir a los compradores a lo largo de una docena de máquinas de pago automático, dando prioridad a los que tienen pocos artículos, para aligerar los pagos y conseguir que en un minuto salgan todos con la factura. Donde habría hecho falta una docena de cajeros y varios minutos de espera para ser atendido, sólo fue necesario un instante para despachar a una multitud de compradores.

Estos sistemas de pago automático se han expandido por toda Inglaterra. Incluso en Oxford, capital del humanismo, los clientes de Sainsbury's deben escanear los códigos de barras de los productos que han tomado de las estanterías y hacer su propia factura en una decena de máquinas instaladas en el centro comercial. Nunca están libres.
La filosofía de Sainsbury's es ahorrar tiempo al cliente pero  ni siquiera el escaneo y pago automático han eliminado las colas. Por ello, en todos los locales hay una cinta separadora para que los clientes aguarden su turno en una ordenada fila sin que se agolpen. 
La automatización ha eliminado prácticamente la figura del cajero. Los únicos empleados de cada tienda son un cajero para atender a quienes hagan compras en la entrada, generalmente tabaco, sandwichs y bebidas, un vigilante para comprobar que nadie haga trampa en las máquinas y otro para ayudar a los torpes y aligerar las colas, además de los reponedores. Así un supermercado de tamaño medio que requeriría unos 20 empleados sólo necesita tres o cuatro.
Sainsbury puede alegar que el empleo lo crea a través de la apertura de nuevas tiendas, pues ha pasado de 800 a 1.000 en los últimos años. Aunque esta cadena es líder en el autoservicio, el resto de las marcas no se quedan atrás. Un ejemplo es el líder Tesco o nuevas compañías como Everything 1£ o  99 peniques, que también han instalado el pago automático pero tienen mayor número de cajeros humanos para atender a los clientes.
En el gigantesco centro comercial de Westfield Stratford, en Londres, con 250 tiendas y 75 restaurantes, estas cadenas de autoservicio y pago automático se ubican juntas como clones, señal de que la fórmula Sainsbury's ha arrasado en el país.
El fenómeno aún está lejos de implantarse en España. Aunque grandes cadenas como Ikea y Alcampo han instalado en sus locales de España las máquinas para que sus clientes escanean y paguen, aún es un hecho anecdótico. Nada que ver con el fenómeno que ha triunfado en Inglaterra y que supone un paso más en lo que el sociólogo George Ritzer bautizó como la McDonalización y burocratización de la sociedad. Se trata de convertir la compra en una especie de cadena de montaje y la tienda en una fábrica en la que el cliente coge sus productos, paga y consume, sin apenas intervención de empleados. Todo en aras de la eficiencia y el ahorro del tiempo pero la verdad es que todo el trabajo se transfiere al cliente sin que este vea reducido el precio del producto ni se libre de las colas. El comprador se convierte en un productor-consumidor (prosumidor), como auguró el sociólogo Alvin Toffler. Precisamente, la cadena de comida rápida McDonalds en Versalles, en las afueras de París, ha implantado el sistema EasyOrder. Los clientes que lo deseen hacen su pedido y pagan en una máquina en vez de encargarlo al sonriente empleado. Con la factura va al mostrador y recibe su consumición, por lo que se ahorra la cola.
Es probable que una futura proliferación de tiendas automáticas en España supusiese un duro golpe para el empleo de cajero, una figura que genera cientos de miles de puestos de trabajo y supone un salvavidas para muchas economías familiares. Pero la realidad es que en Inglaterra han triunfado estas tiendas y están repletas de clientes con mucha prisa. Quizás el anglosajón sea un estilo de vida muy alejado de la parsimonia del Mediterráneo.