Mostrando entradas con la etiqueta Silicon Valley. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Silicon Valley. Mostrar todas las entradas

viernes, 22 de junio de 2018

"Así se forjan los «fuera de serie»" (2018)

Así se forjan los «fuera de serie»

Bill Gates se fugaba de casa de noche para usar el ordenador del colegio, Steve Jobs fue un hippy obsesionado con el diseño, Elon Musk sobrevivía con pizzas en su primera «start-up» y Jezz Bezos fichaba a adictos al trabajo.

Autor: E. V. Pita

Publicado el 26 de febrero del 2018 en el suplemento ExtraVoz RED de La Voz de Galicia

Link original del artículo:
https://www.lavozdegalicia.es/noticia/extravozred/2018/02/25/forjan-fuera-serie/0003_201802SR25P24991.htm

Los reyes de Internet son leyenda. Pero ¿cuáles fueron las claves del éxito de estos mitos de Silicon Valley y Seattle? El sociólogo Malcom Gladwell, en su libro Fueras de serie (2008), establece las reglas que explican por qué Bill Gates se hizo millonario con Microsoft o Steve Jobs con Apple. Asegura que para ser un virtuoso en un oficio es necesario entrenar 10.000 horas, ya sea genio de la informática, jugador de baloncesto o violinista. Y eso se aplica a Bill Gates, encerrado toda su adolescencia ante un ordenador. El año de nacimiento también fue un factor clave para forjar a la generación de ídolos de la informática. Gates y Steve Jobs nacieron en 1955. Eran los mejor situados para llegar en plena juventud a la revolución informática con 10.000 horas de programación a sus espaldas. Además, vivían en el país que desarrolló los computadores y accedieron a los ordenadores de críos. Gates se escapaba de casa de noche para usar el ordenador de su colegio.

En el caso de Jobs, su biógrafo Walter Isaacson destaca que el fundador de Apple se crio en un barrio de San Francisco cuyos vecinos eran ingenieros. Sus padres biológicos tenían título universitario y los adoptivos sabían de mecánica. Sus amigos eran los frikis del colegio e inventaban bromas. Desde la cuna, Jobs tuvo asignado un fondo para financiar su carrera. Tras su etapa hippy, se obsesionó con el diseño minimalista. En Apple se granjeó la fama de genio y tirano. Echó a patadas a un equipo entero por fracasar con un prototipo. Los ejecutivos que contrató lo apartaron del trono en los años 80 pero resurgió cuando lanzó el iPod e iPhone.

En cuanto a Elon Musk, fundador de Tesla y XSpace, nació en Sudáfrica en 1971 y era una rata de biblioteca con memoria fotográfica que se leyó la Enciclopedia Británica. A los 10 años, su padre le compró un ordenador cuando nadie sabía lo que era y empezó a programar mientras los matones de clase le daban palizas. Emigró a América y, para pagarse la Universidad, alquiló una casa de 10 habitaciones donde montaba fiestas y cobraba entrada. Entendió el bum de Internet en 1996 y fundó su primera start-up, ZIP, en un apartamento cutre en Palo Alto, en Silicon Valley. Él programaba, las jornadas eran maratonianas, sin ducharse y sobreviviendo a base de pizza. Vendió ZIP por 10 millones.

Su vecino de bloque era Peter Thiel, cofundador de PayPal, otro futuro multimillonario. En De cero a Cien (2014), Thiel habla de su generación: «Muchos eran abstraídos, retraídos, sin apego social, pero quienes se hallaban en un término medio fueron los que pudieron sobresalir y ganar mucho más dinero del soñado. Los nerds de PayPal eran fans de la capitalista La Guerra de las Galaxias, no de Start Trek».

Jeff Bezos, el fundador de Amazon, nació en 1964. Niño prodigio, de joven trabajó en Wall Street para Desco, una consultora que usaba superordenadores. En vez de brokers, había matemáticos. En 1992 comprendió la importancia de Internet y se mudó a Seattle, donde tenía su sede Microsoft, para montar la mayor librería on line del mundo. Solo contrataba a empleados adictos del trabajo. En el 2000, ya era rico.Y los fundadores de Facebook o Google estudiaron en universidades de élite como Harvard o Stanford, que abandonaron para triunfar en las redes sociales. Quizás un factor explica el éxito de casi todos estos genios: el fondo de inversiones KPMG apostó su capital en ellos.

domingo, 21 de enero de 2018

"¿Es Internet una distopía?" (2017)

¿Es Internet una distopía?

Diversos críticos lamentan que el espíritu colaborativo de Internet haya degenerado en una sociedad egoísta, transparente y automatizada. «Ya no leemos, escaneamos, somos máquinas», avisa Carr. Acusan a los «tiburones» de Wall Street de haber «monetizado» el idealismo de Silicon Valley.

Ver el link original:
https://www.lavozdegalicia.es/noticia/extravozred/2017/11/24/internet-distopia/00031511524414385843754.htm

Autor: E. V. PITA

Publicado el 26 de noviembre del 2017

Publicado en suplemento ExtraVoz  RED de La Voz de Galicia

Internet fue un proyecto público y solidario que revolucionó nuestras vidas: podemos comprar billetes de avión o libros on line, resolver dudas al instante, enviar mensajes instantáneos o contratar un taxi o un piso muy baratos con un simple clic. Pero los beneficios de la economía colaborativa no ciegan a un grupo de teóricos que no oculta su desengaño y alerta de los peligros de la red global. Por ejemplo, el filósofo Byung-Chul Han avisa de que Internet ha creado una sociedad de la transparencia donde todos somos vigilados. Antes, en un partido de fútbol podías desahogarte gritando entre la masa del público, pero si ahora lo haces en Twitter todos saben quién eres dentro del «rebaño digital». Equipara la Red con un panóptico, la torre de una cárcel rodeada de celdas sin que nadie pueda saber a quién observa el vigilante.

 Pero incluso Internet podría estar cambiando nuestra forma de pensar y recordar. Así lo cree Nicholas Carr en su libro Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?, del 2011. Sostiene que Internet está cambiando nuestros cerebros para adaptarlos al multiproceso (atender a seis tareas o más a la vez) y la gestión rápida de montañas de información. No leemos, escaneamos. Su temor es que nos convirtamos en máquinas porque aspectos humanos como la compasión o la empatía necesitan tiempo para reposar en la mente y la frenética marea de datos de Internet impide la memorización y el asentamiento y razonamiento.

 Eli Pariser, en su libro El filtro burbuja, del 2011, señala que, en el origen, los propios creadores de Google hicieron una apuesta por la búsqueda neutral como forma de saber todo pero pronto cayeron en la realidad de que si querían ganar montañas de dinero deberían ir de la mano de las empresas de publicidad. Para Pariser, con las búsquedas personalizadas desaparece la serendipia (el arte de buscar algo y encontrar algo mucho más valioso) y ahora el internauta solo recibe, a través de un filtro robotizado, lo que quiere ver y escuchar. Además, las grandes plataformas han creado un perfil de cada usuario con miles de datos sobre él que revenden al mejor postor.

Jaron Lanier, en ¿Quién controla el futuro?, del 2013, propone que cada usuario cobre algo de dinero por sus contenidos y datos. Tom Slee, en su libro Lo mío es tuyo, del 2016, estudia cómo funcionan las plataformas de la economía colaborativa, caso de Uber o Airbnb. Dice que ambas acaparan las reservas y sus competidores quiebran o solo captan ventas marginales. Además, estas compañías que facturan tantos millones apenas pagan impuestos ni crean trabajos, porque están diseñadas para no gastar nada y recoger todo el beneficio para ellos. Slee culpa a los tiburones de Wall Street que se han mudado a Silicon Valley y solo piensan en ganar fortunas.

Solucionismo
Evgeny Morozov, en su libro La locura del solucionismo tecnológico, del 2013, se burla de la ideología de los fanáticos de la tecnología de Silicon Valley, quienes creen que todo se arregla con algoritmos. La salvación de la humanidad, ironiza Morozov, que propone Silicon Valley es usar dispositivos de alta tecnología y autovigilancia para vencer la obesidad, el insomnio y el calentamiento global y almacenar todo lo que hacemos. La política quedará reemplazada por grupos de discusión al estilo Groupon. «La gente hace lo debido para ganar puntos, insignias y dinero virtual. Esto no es una distopía, ya se está desarrollando. Silicon Valley quiere meternos a todos en una camisa de fuerza digital», avisa.

Y Andrew Kenn, en Internet no es la respuesta, del 2015, critica la ideología libertaria y egoísta de los emprendedores de Internet que quieren hacerse los guays y cools. «Apenas pagan impuestos pero se aprovechan de tecnologías desarrolladas por el sector público para amasar fortunas y acrecentar la desigualdad. Internet fracasó como proyecto público», afirma.

domingo, 31 de mayo de 2015

La singularidad, el sueño de Silicon Valley (2015)

"La Singularidad, el sueño de Silicon Valley" (2015)



TÍTULO: La inmortalidad informática
Antetítulo: Los ingenieros de Silicon Valley están obsesionados con crear copias de su mente para instalarlas en un robot y poder vivir para siempre
Algo se está cociendo en Silicon Valley, el valle californiano donde tienen su sede las grandes empresas de Internet como Google, Yahoo o Facebook. Una gran autopista entre San José y San Francisco recorre este valle, paralelo al Camino Real, una ruta levantada hace tres siglos por los españoles y a lo largo de la cual los misioneros franciscanos fundaron asentamientos para evangelizar a los nativos en la fe sobre la vida eterna. Paloalto, donde está la universidad de Stanford, o Altavista son topónimos que recuerdan el pasado misionero.
La idea de la vida eterna vuelve a rondar con fuerza en Silicon Valley. Ya hay un millonario ruso, Dimitri Itskov, que quiere escanear su cerebro para poner la copia en un robot o avatar suyo. Esa inmortalidad digital en forma de cyborg se alcanzará cuando se produzca la Singularidad, el momento en que una máquina será más inteligente que el hombre. Varios libros sobre la evolución de la civilización y la tecnología abordan el novedoso concepto de Singularidad. Es el caso de ¿Quién controla el futuro?, de Jaron Lanier, ¿Por qué manda Occidente... por ahora?, de Ian Morris o De animales a dioses,de Yuval Noah Hararil.
La Singularidad hace referencia al momento en que se produce un salto brusco en la tecnología por ejemplo, cuando se inventó la agricultura, las herramientas de hierro, la máquina de vapor o el telégrafo. Cada cambio transformó la sociedad: la agricultura permitió crear imperios como el egipcio, la industria generó grandes ciudades y el telégrafo hizo el mundo global.
En el siglo XXI, la Singularidad sería el momento en que la inteligencia artificial supera a la humana.
En Silicon Valley se ha hecho famoso también el concepto de Singularidad y allí muchos expertos lo sitúan en el momento en que la mente humana se pueda escanear y guardar en un disco duro, por lo que se alcanzaría la inmortalidad, al menos dentro de un programa de ordenador. Algunos críticos de Silicon Valley lo califican sarcásticamente como la nueva religión de los «frikis» porque creen que muchos programadores informáticos se han obsesionado con esta meta.
El primer autor en augurar la inmortalidad digital fue Kurzweill en su libro La era de las máquinas espirituales, publicada en 1999. «Antes de que acabe el próximo siglo, los seres humanos ya no serán los entes más inteligentes y más capaces del planeta, las máquinas superarán cualquier habilidad humana que se nos ocurra, podrán leer libros, entenderlos, crear conocimiento y ser conscientes», dice Kurzweill en su libro. Y añade: «Si una persona explora su cerebro con una resonancia magnética y baja su mente a un ordenador personal ¿es la persona que aparece en la máquina la misma consciencia que la persona explorada? ¿Puede decir alguien que se crio en Brooklyn, entró en un escáner y se despertó en la máquina?»
En el último lustro, autores como Ian Morris, que estudiaron la evolución tecnológica en Oriente y Occidente, admiten que la singularidad es uno de los caminos a seguir en el futuro. La fecha sería el 2040. «Si se culmina la unión de humanos y máquinas inteligentes, entonces podremos vivir eternamente», dice. El único riesgo es que la inteligencia artificial reemplace al homo sapiens como nuestra especie hizo con el Neandertal. «La singularidad será el fin de la biología y con ella de la pereza, el miedo y la avaricia como motores de la historia. La geografía o la diferencia entre Occidente y Oriente sería irrelevante para los robots», añade.
Otro autor, Noah Hararil, comenta por ejemplo que el desarrollo tecnológico permitirá crear en breve un cerebro artificial igual al humano, una copia perfecta pero digital, pero el problema es que nadie sabrá qué hacer con él. Por ejemplo, podría volverse loco y si lo apagas ¿es un asesinato? Otro dilema es que la ingeniería genética permite multiplicar la edad (hasta convertir al hombre en amortal, salvo accidente o crimen) e incluso crear superhombres (con supermemoria, amortales, sin conflictos psicológicos), con lo que se cumpliría el sueño racista de una raza superdotada que domina a seres inferiores. El autor prevé que una persona rica que pueda pagar un tratamiento de inmortalidad no va a dudar en hacerlo mientras que los pobres seguirán muriendo como hasta ahora. «Habrá una clara división entre dioses y animales», dice Hararil.
Es más crítico es Lanier, el inventor de la realidad virtual. Sostiene que los ingenieros de Silicon Valley están obsesionados con esa idea de la inmortalidad informática y que ya casi se ha convertido en una religión. Augura que tarde o temprano va a haber dos clases de personas: las que puedan permitirse el lujo de pagar por almacenar sus vivencias en un programa de Inteligencia Artificial y, por tanto, reproducirlas después de que su cuerpo físico fallezca y los que tendrán que conformarse con morir como todo el mundo. Esta inmortalidad informática es en la que están volcando sus esfuerzos los genios de Silicon Valley. Es algo que se sabe desde hace un lustro porque han salido varios libros que mencionan este avance humano, que coincidiría con la eliminación de todas las enfermedades y el alargamiento de la vida, quizás hasta los 200 años. Larnier ya anticipa un estancamiento económico al ser gobernado el mundo por una gerontocracia inmovilista.
Publicado el 31 de mayo del 2015

Sección Sociedad, La Voz de Galicia
http://www.lavozdegalicia.es/noticia/tecnologia/2015/05/31/inmortalidad-informatica/0003_201505G31P73991.htm

E.V.PITA

lunes, 19 de septiembre de 2011

Google sale del garaje y lidera la nueva economía en Silicon Valley (2011)

Google sale del garaje y lidera la nueva economía en Silicon Valley (2011)

La «cibercity», que genera el 6 % del PIB de California, vive su mayor bum

Publicado en la sección de Economía de La Voz de Galicia
Autor:  E. VÁZQUEZ PITA
Localidad: MOUNTAIN VIEW / LA VOZ
Fecha de publicación:  11/9/2011
La UE ha puesto sus ojos en Silicon Valley -el parque tecnológico cuna del chip, Google y el iPad, en el sur de la bahía de San Francisco- que sobrevivió a la crisis de las punto.com del 2000 y vive un bum. Las casas allí valen casi un millón de dólares. El recorrido por este gigantesco polígono muestra cientos de empresas emprendedoras de la nueva economía de la información (26 ya están en la lista Fortune). La comisaria de la Agencia Digital Europea, Neelie Kroes, visitó la cibercity para exportar los secretos de la cultura del garaje a Europa. Justo en una época con despidos en la cúpula de Yahoo y cuando Facebook proyecta un megacampus para 10.000 empleados.

Ajetreado día en la calle Market Street de San Francisco. Una profesora de inglés sorbe café de su biberón-cantimplora y teclea «Santiago de Compostela». El proyector muestra una vista área de la capital gallega en el encerado electrónico del aula gracias a Google Maps. Un ingeniero coreano recién graduado la reconoce: «Yo he peregrinado allí y a Fisterra». Estos milagros son posibles gracias a las tecnologías que nacen en Silicon Valley. Esta tecnópolis, que da trabajo a casi 400.000 ingenieros, se extiende a lo largo del Camino Real, la ruta de los misioneros españoles del siglo XVIII. Hoy, en los márgenes de la Interestatal 101, que une San José con el puente del Golden Gate, se asientan gigantes de la era digital como Google, Twitter, Oracle, Apple, Adobe, eBay, HP, Yahoo!, Intel o la NASA.

¿Cuál es la clave del éxito del motor de la industria de la tecnología de la información? La pista nos lleva a Palo Alto. Desde la estación del Caltrain, un shuttle (bus gratuito) traslada a los visitantes a la Universidad de Stanford, rodeada de bosques, campos deportivos y aulas e iglesias de estilo colonial español. En un tablón de anuncios, un profesor recluta voluntarios para un experimento de reconocimiento de rostros. Este campus de élite cobra hasta 12.000 dólares por un curso veraniego. Estudiantes de doctorado que recalaron allí, como Sergey Brin y Larry Page, fundaron el buscador Google en un garaje tras necesitar toda la potencia de los ordenadores del campus.

Hoy, ambos son millonarios y su sede ocupa el complejo de edificios llamado Googleplex, que atrae como un imán a los turistas. Los visitantes se apean en Mountain View o Palo Alto y buscan un bus urbano que los acerque al campus tecnológico. Llueven peticiones para hacer tours por la empresa, pero Rachel, una portavoz, lamenta que «es imposible atenderlos».

Desde la Interestatal 101, es fácil divisar la sede de Oracle o la NASA. El campus de Google está señalizado con unas gigantes flechas rojas, un guiño al localizador del Google Maps. Los turistas miran a hurtadillas por las ventanas para comprobar si son ciertas las leyendas sobre su cultura informal del trabajo, con ejecutivos en sudadera, mesas de billar, comida y gimnasio gratis. Sí, es cierto que los empleados se mueven en bicicletas. Los edificios están decorados con coloridas sombrillas, estaturas gigantes de pasteles, galletas o el Android, pianos de cola en la entrada principal o una réplica a gran escala del extraterrestre Alien. Este valle genera el 6 % del PIB de California, 77.000 millones de euros.

Al regresar a la carretera, el conductor echa un vistazo a su GPS y observa el denso tráfico de coches, la mayoría de marcas japonesas, lo que explica la decadencia de Detroit. Si alguien duda del éxito de las tecnologías de la información puede asomarse a la tienda de Apple en la comercial tercera avenida de Santa Mónica Beach, en Los Ángeles. Dentro, cientos de clientes examinan las últimas novedades del iPad. Al lado, hay una tienda de Zara, cuyo fundador Amancio Ortega es citado en un libro de gramática inglesa como ejemplo de emprendedor.